07 Septiembre 2008

El suelo: prostituto de los neoliberales o el suelo por el suelo (1)

Santayana acuño la célebre frase: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”, sin embargo no nos advirtió que algunos diestros la “olvidan”, precisamente, para repetirla. Para ilustrar nuestro aserto, he aquí un relato de Aldous Huxley:

El olfatillo de un empresaurio inmobiliario (EE.UU.) “- Tengo algunas nuevas que darle- dijo Clancy con una media voz ronca y conspiratoria; y se cubrió la boca con la mano de modo que sus palabras y el olor de su cigarro llegaran sólo al señor Stoyte- ¿Recuerda Ud. a Tittelbaum?- añadió. - ¿Aquel muchacho del Departamento de Ingeniería Urbana?- Clancy cabeceó. -Uno de los muchachos- afirmó enigmáticamente, y volvió a guiñar el ojo. - Bueno y ¿qué hay de él?- preguntó el señor Stoyte. Clancy tomó del brazo al señor Stoyte y lo llevó unos pasos más allá. -¿Sabe Ud. lo que me ha dicho Tittelbaum hoy? – Y ¿Cómo demonios lo voy a saber? Sin amilanarse, Clancy agregó. - Me ha dicho lo que han decidido acerca de- bajó la voz aún más- acerca del Valle de San Felipe. - Bien; y ¿qué es lo qué han decidido?- el señor Stoyte estaba otra vez en los límites de la paciencia. – Pues han decidido- dijo muy lentamente- poner tuberías de conducción para llevar el agua hasta él. La exasperada expresión del señor Stoyte dio lugar al fin a otra de interés. - ¿Lo bastante para irrigar todo el valle?- preguntó. - Lo bastante para irrigar todo el valle- repitió solemnemente Clancy. - ¿Cuánto tiempo tenemos?- preguntó al fin. – Tittelbaum cree que la cosa no se hará pública durante unas seis semanas aún.- ¿Seis semanas? – el señor Stoyte titubeó por un instante, luego se decidió- Está bien. Ocúpate de ello inmediatamente. Ve tú mismo y lleva algunos muchachos contigo. Compradores independientes; interesados en la cría de ganado, quieren establecer una finca elegante. Compra cuanto puedas. A propósito, ¿cuál es el precio? - Doce dólares el acre, en promedio. - Doce- repitió el señor Stoyte, y reflexionó que subiría a cien tan pronto como instalaran la primera cañería- ¿Cuántos acres calculas que podrás comprar?- preguntó. – Quizá unos treinta mil. El rostro del señor Stoyte irradió satisfacción. – Bien- dijo con animación- Muy Bien. Ni mencionar mi nombre, por supuesto- añadió, y luego, sin pausa ni transición alguna- ¿Cuánto va a costar Tittelbaum?- Clancy sonrió despectivamente. - ¡Oh, le daré cuatrocientos o quinientos dólares!” - ¿Nada más? (Viejo muere el cisne, Aldous Huxley. Editorial Losada. Contemporánea, 1952. Primera Parte. Capítulo III. Páginas 37 a 39) “El señor Stoyte había pasado la mañana en el Pabellón Beverly. Muy poco de su agrado, puesto que sentía horror por los cementerios, incluso el suyo. Pero los requerimientos del lucro eran sagrados; el negocio era un deber al que había que sacrificar toda consideración meramente personal. Y ¡vaya si era negocio! El Pabellón Beverly era la mejor proposición, por lo que a bienes raíces se refiere, de todo el país. El terreno se compró durante la guerra a quinientos dólares el acre, se mejoró (mediante caminos, colum­barios y estatuaria) hasta ponerlo a unos diez mil por acre, y se vendía ahora en solares para sepulcros a un tenor de ciento sesenta mil, por acre; y vendiéndose de prisa que todo el capital invertido estaba ya amortizado, de modo, que, de ahora en adelante, todo sería pura ganancia” (Viejo muere el cisne, Aldous Huxley. Editorial Losada. Contemporánea, 1952. Segunda parte. Capítulo III. Página 194) Héctor Arroyo Llanos Fundación Defendamos la Ciudad Montreal.07.09.2008



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