04 Octubre 2007
Por generación de ''islas de calor''

Estudio constata inequidad ambiental en crecimiento urbano de Santiago

Según investigaciones de expertos de la Universidad de Chile, el aumento de las temperaturas en ciertas áreas de la capital obedece a la poca cobertura de áreas verdes y a la falta de planificación urbana. Paralelamente, advierte que las comunas con menos recursos son las más afectadas en relación a las más pudientes. El Mostrador, 4 de octubre de 2007.

por Claudia Urquieta Chavarría El explosivo crecimiento de la superficie urbana de la capital en los últimos 30 años -de 34 mil hectáreas en 1975 a 65 mil hectáreas en 2005-, ha generado una serie de críticas en torno a los lineamientos y políticas empleadas para “pensar” en este desarrollo. La tendencia ha sido bastante persistente, lo que ha redundado en una expansión ilimitada de la ciudad, un aumento de la segregación socioespacial y una creciente degradación del medioambiente. Junto con esto, tampoco ha existido una visión a largo plazo, ni acorde a las necesidades actuales, con respecto al reemplazo y creación de áreas verdes, cuya importancia no responde sólo a un tema estético, sino que está directamente relacionada con el cambio climático y la justicia social. Así lo demuestran las investigaciones desarrolladas por el Laboratorio de Medio Ambiente y Territorio del Departamento de Geografía de la Universidad de Chile. El grupo liderado por Hugo Romero, doctor en geografía y ordenación del Territorio y actual coordinador académico del Programa Interdisciplinario del magíster en Gestión y Planificación Ambiental, concluye que muy pocas veces se relacionan los problemas de contaminación e injusticia medioambiental con el crecimiento de la urbe, por lo decidieron investigar y establecer dicho vínculo. Las islas de calor El estudio demuestra que los incrementos de temperatura al interior de la ciudad tienen que ver principalmente con la disminución o pérdida de la vegetación “porque esta expansión urbana ha ocurrido en terrenos que antes eran de cultivo, superficies naturales o humedales y al urbanizarlas sistemáticamente, se reemplazan superficies verdes por superficies duras que absorben el calor durante el día y que después lo emiten principalmente durante la noche”, explica Romero. De esta forma, al eliminar dichas áreas y edificar, se impide la función de consumo de calor de la vegetación, que actúa a través de la evotranspiración -la vegetación transpira y al hacerlo consume el calor-, y también se anula su capacidad de aportar sombra. Además, se produce la impermeabilización de los terrenos, que impide que el agua se infiltre en el suelo, perdiendo su función de consumir calor. Esto termina creando “islas de calor”, que son superficies extraordinariamente cálidas que resultan de “un patrón de urbanización que no contiene en su interior suficientes áreas verdes, principalmente en la expansión urbana de los sectores norte y poniente de la ciudad y de los sectores sociales medios y bajos”, explica el geógrafo. Este fenómeno es considerado como un indicador de degradación ambiental tanto a escala local como global, en la medida que participa en la producción de condiciones adversas para la salud de la población y de los ecosistemas, como en los procesos de calentamiento global. “Hablamos de cambios prácticamente instantáneos, ya que si se reemplaza la Viña Cousiño Macul por una urbanización, lo que se hace es eliminar una isla fría y reemplazarla por una isla de calor, que puede tener 4 o 5 grados más de temperatura”, afirma el jefe del equipo investigativo de la Universidad de Chile. Una isla de calor emblemática es la comuna de Santiago, que es la más desprovista de vegetación y la más impermeabilizada. En verano y durante la noche, promedia los 23 grados, en contraste con otras comunas que bordean los 17 grados. En el caso de la comuna de Colina, por ejemplo, las temperaturas han aumentado un par de grados a medida que se instalan galpones e industrias, a diferencia de Lo Barnechea donde las temperaturas nocturnas son las más bajas de la capital -alrededor de 16 grados-, debido a la creación de nuevos parques arbolados y de amplios jardines. Por otra parte, el crecimiento explosivo que ha vivido la capital elimina la ventilación, generando que las áreas con mayor temperatura concentren los índices más altos de contaminación atmosférica y se conviertan en las que provocan mayores efectos sobre la salud de las personas. Según los expertos, para que las temperaturas disminuyan, la proporción de construcción versus áreas vegetales debe ser 60-40, ya que con eso es suficiente para lograr cambios sustanciales. Los pobres, los más perjudicados El equipo de investigación también concluyó que hay una tendencia directamente proporcional entre el nivel socioeconómico de la población y su acceso a áreas verdes. En los barrios altos, principalmente en el sector oriente, en los últimos 30 años la vegetación ha experimentado una mejora sustancial comparada con el impacto inicial que se produjo al urbanizar el sector. Por el contrario, en zonas como Maipú y Pudahuel la evolución es a la inversa, ya que existe un continuo deterioro en este indicador medioambiental clave. Según Alexis Vásquez, geógrafo del grupo investigativo de la Universidad de Chile, hay dos factores claves en esta diferencia y son la existencia de muchos más espacios verdes públicos, como parques, bandejones centrales y plazas, y de espacios privados, como centros deportivos, sedes universitarias e incluso los jardines de las casas. Además de que la inversión en infraestructura pública se concentra en el sector oriente, estos barrios tienen un diseño urbano que permite mantener grandes patios ajardinados. Por el contrario, hay una baja inversión pública para espacios públicos en sectores más bajos y los metros cuadrados de las casas no permiten tener una vegetación que tenga efectos significativos en términos ambientales. Así, estos barrios se van transformando en desiertos urbanos, ya que va desapareciendo la vegetación, se vuelven cada vez más áridos, las temperaturas son más cálidas y desaparece la fauna. Y lo que es peor, quienes más contaminan son precisamente los sectores pudientes, mientras que los más pobres son los más perjudicados. “Al interior de la ciudad se está creando paulatinamente una tremenda injusticia ambiental, ya que las personas que tienen menos ingresos tienen menos áreas verdes, menos parques, más concentración de calor, de contaminantes y más efectos sobre la salud y prácticamente no pueden escapar”, asegura. ___________ Artículos relacionados: Portal Bicentenario: el tapón capitalino




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