En el documento se deja establecido que la única condición que exigen los familiares es que el municipio no podrá vender, ni enajenar el predio, y que deberá destinarlo exclusivamente a la formación de un parque natural, proyecto que debería concretarse a los dos años de haberse entregado la escritura al gobierno comunal.
Casi 88 años después, y viendo que el compromiso no solo no se cumplió, sino que el terreno fue usado para levantar viviendas y edificios públicos como el Cesfam Isabel Riquelme y el estadio Nelson Oyarzún Arenas, los descendientes del alemán anunciaron acciones legales para resarcir la deuda; situación que cobró más fuerza luego de enterarse en los últimos días que en el espacio que aún queda, que no sería menos de una hectárea, se pretende levantar cinco torres habitacionales.
El proyecto del Servicio de Vivienda y Urbanismo (Serviu), que se adueñó del lote luego de una permuta de propiedades que celebró con el municipio a inicios de la década de los 80’, originó un debate ciudadano sobre cómo se llegó a la actual situación y qué se debería hacer con el pedazo de tierra que aún queda. Hoy el municipio y el Serviu negocian como salir del entuerto, para que el sector no pierda el poco espacio que le queda para un área verde, y para que los integrantes del comité de vivienda ex Ángel Gabriel puedan obtener sus departamentos, en otro terreno de igual calidad en la ciudad.
Lugar de encuentro
El investigador de la historia local, Juan Ignacio Basterrica, explica que el espacio que ocupaban las nueve hectáreas cedidas por la familia Schleyer formaba parte del Fundo Huambalí, el cual fue comprado por el benefactor y empresario europeo.
Campos de cultivo, galpones, establos de animales, vegetación ornamental, caminos formados por árboles, etc. es lo que existía en el extenso terreno que, de acuerdo a las escrituras de la época, estaba comprendiendo por dos retazos separados por la calle Palermo.
En la actualidad tendría como límites, aproximados a las calles Juan José Gazmuri hasta Huambalí, Calle Tres y Bombero Lagos, esta última siguiendo una línea directa imaginaria por Manuel Plaza hasta llegar también a Huambalí.
Basterrica comenta que las ideas novedosas sobre desarrollo comunitario y bien social que traía consigo Juan Schleyer, gracias a su educación europea, pudieron haber influido en la decisión de donar parte de sus tierras.
“Dentro de esa visión tenía en mente la conservación de un lugar donde la sociedad de la época pudiera realizar diversas actividades, como por ejemplo las exposiciones agrícolas y ganaderas públicas y otras que hacía en su propiedad. Viendo esto seguro pensó que las características del lugar reunían las condiciones para perpetuarlo como un espacio de reunión del chillanejo, aprovechando las arboledas y la vegetación que hizo plantar en su momento”, explica.
Más espacios públicos
A juicio de la arquitecta Ana María Vergara, el terreno que no llegó a intervenirse y que se salvó de las constantes construcciones que se realizaron en las últimas nueve décadas, debería priorizarse como área verde y de entretención.
No obstante, la profesional precisa que el municipio no debería olvidarse de su antigua deuda por lo que, afirma, estaría en la obligación de adquirir más paños urbanos y transformarlos en plazas o pequeños parques.
“La idea es que tengamos la posibilidad de ocupar más espacios verdes dentro de la ciudad. Mientras más cercano estén a las zonas habitadas mejor, porque la gente podrá acudir a estos y aprovecharlos al máximo. Es muy fácil levantar un parque en la periferia de la comuna, pero más importante es generar nuevos y mejores sectores ornamentales y de esparcimiento”, indica.
El arquitecto y urbanista Mauricio Riesco coincide con su colega respecto al uso que debería dársele a la superficie restante de la donación, y añade que, independiente de que no sea tan extensa, perfectamente se puede realizar un proyecto que ayude a mejorar la calidad de vida de los vecinos del sector.
“En Chillán falta potenciar el concepto de vivir los espacios públicos. En ese pedazo de terreno que aún queda, creo se podría hacer un pequeño parque donde se reserve un área verde ornamental, pero que también incorpore alguna multicancha e incluso una pista de skate. Todas esta infraestructura y servicios es lo que hace la diferencia entre un parque, sea del tamaño que sea, y una plaza”, sostiene.
Fundamentos legales
La no ejecución del histórico proyecto urbano ha originado que los actuales herederos de Juan Schleyer, liderados por Sonia Jungjohann Ribbeck, decidieran interponer una demanda contra el municipio por incumplimiento.
Si bien aclara no tener antecedentes más precisos y completos sobre el tema, para el abogado local Pablo Calderón habría méritos para que el caso planteado por la familia pueda resultar favorable para ellos.
“Si el documento establece una condición para efectos de que se concrete, debió ser respetada esa voluntad. Estaría validado que los herederos puedan hacer la reclamación del mismo; o sea, por lo menos fundamento tiene. Es totalmente plausible demandar a que la municipalidad cumpla con lo que se estableció”, indica.
El profesional sostiene que se debe tener en cuenta si es que se dejó establecido en la escritura pública alguna singularidad que debiera tener el parque, como extensión propiamente tal u otras características físicas, ya que solo de esta manera se tendrán claras las posibilidades de éxito que tendría la familia.
“Habría que ver cómo se estableció, leer las cláusulas del mismo y analizar si se habló de superficies o porciones determinadas del terreno para el parque, porque este podría hacerse en cualquier espacio de las nueve hectáreas (...)”, opina el abogado del estudio jurídico Calderón y Espinoza.
Asimismo, puntualiza que de concretarse la construcción en lo que resta de la donación, se terminaría de concretar el incumplimiento, por lo que la familia podría exigir una reparación económica.