El pasado 19 de enero, el Ministerio de Defensa inició el traspaso de la Torre Villavicencio del ex edificio Diego Portales hacia el Ministerio de Bienes Nacionales. El objetivo de la iniciativa consiste en transformar el inmueble en un espacio abierto a las organizaciones de tipo cultural y social. Para el 30 de enero quedó fijada la recepción del edificio, hito que iniciará una etapa de evaluación del recinto y del proyecto en su conjunto.
La ministra de Bienes Nacionales, Nivia Palma, dijo en la oportunidad que «estamos ante una gran oportunidad para devolver el sentido más profundo que tenía el edificio cuando el Presidente Allende inicia este proyecto y creemos que es coherente con lo que la Presidenta Bachelet ha hecho con el GAM».
Desde la Fundación Defendamos la Ciudad valoraron el anuncio y «que sea la ciudadanía, el pueblo organizado, quien utilice la torre», según destacó Patricio Herman, presidente de la organización. «El retorno de la torre más la reconstrucción del edificio son hitos en nuestra República. Es decir, estamos caminando por el buen sendero», añadió el arquitecto.
Aún no se define la fórmula que se utilizará para que las organizaciones de la sociedad civil ocupen el espacio, pero Herman ya esboza algunas ideas: «Hay que asignarle, a través de comodatos o concesiones por períodos fijos, a las organizaciones que así lo soliciten y que tengan más relevancia por la labor que han estado desarrollado en estos últimos años».
Han pasado casi 46 años desde que el 5 de marzo de 1971 se decidió en Ginebra la realización de la III Conferencia de de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD por sus siglas en inglés) en Chile. La necesidad de contar con una sede para el encuentro llevó al gobierno de la Unidad Popular a impulsar el desarrollo de un recinto en un tiempo breve, puesto que el 13 de abril del año siguiente comenzaría la cita que reunió a más de 3 mil delegados de 131 países.
275 días demoró la construcción del edificio diseñado por los arquitectos Miguel Lawner y Juan Echeñique, hasta su inauguración el 3 de abril de 1972. El resultado: cuatro fachadas que exhiben perfiles metálicos color granate, hechos con piezas de acero corten, cuya característica principal es su autooxidación, sin requerir mantenimiento.
«La pasión y el fervor con que todo un pueblo construyó este edificio es un símbolo de la pasión y el fervor con que Chile quiere contribuir a que se construya una nueva humanidad, que haga desaparecer la necesidad, la pobreza y el temor en este y en los otros continentes», dijo el Presidente Salvador Allende al inaugurar el entonces UNCTAD III.
La concreción de la obra en tiempo récord fue resultado de un trabajo coordinado por los arquitectos José Covacevic, Hugo Gaggiero, José Medina, Juan Echeñique y Sergio González, quienes conformaron un equipo compuesto en partes iguales por obreros y voluntarios, realizando turnos de hasta doce horas diarias.
Miguel Lawner, quien además fue coordinador de arquitectos UNCTAD III, señaló en GAM, un documental de Ignacio Agüero (2011), que «todo el mundo se sacó la mugre. Me cuesta pensar en una obra en que haya habido tal nivel de compromiso colectivo: de los profesionales, de los trabajadores, de todo el mundo».
Como una muestra de aquella impronta, el escultor José Román trabajó una piedra registrando las palabras que marcan la fundación del recinto: «Este edificio refleja el espíritu de trabajo, la capacidad creadora y el esfuerzo del pueblo de Chile representado por sus obreros, sus técnicos, sus artistas y sus profesionales».
Patricio Herman recuerda que «fue épico y magnífico el trabajo que hicieron los arquitectos y los trabajadores de la construcción, que en tiempo récord construyeron el edificio de la UNCTAD. Era un espacio público de primera categoría, con espacios abiertos espectaculares, con salas de conferencia, unos comedores magníficos y baños de primer nivel».
Una vez terminado el encuentro el 21 de mayo de 1972, el edificio pasó a ser administrado por el Ministerio de Educación y tomó el nombre de Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, denominación que se mantuvo hasta el fin del gobierno de la Unidad Popular. En esta etapa, el recinto funcionó como un lugar de encuentro ciudadano y centro cultural.
Sobre esa etapa, Miguel Lawner rememora que «los santiaguinos colmaron el Casino, innovador en materia de autoservicio. Las salas de teatro se abrieron a agrupaciones populares que nunca antes pudieron presentase en recintos de tan alto nivel. La sala de plenarios acogió asambleas y conferencias de sindicatos y federaciones estudiantiles estudiantiles. El patio inglés adyacente a la calle Villavicencio, se transformó en un escenario permanente, día y noche, espontáneo, no programado por nadie, de cantores populares y líricos, malabaristas, bailarines de ballet, mimos, pregoneros, pastores de iglesia, etcétera».
Muerte de golpe y renacimiento
El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 significó el fin del recinto según los objetivos trazados por el derrocado gobierno de la Unidad Popular. Como el Palacio de La Moneda fue bombardeado, la Junta Militar utilizó el edificio de la UNCTAD como su centro de operaciones. A través del Decreto Ley 190, promulgado el 10 de diciembre de 1973, se cambió el nombre del inmueble por el de «Diego Portales». Hasta 1981, el recinto albergó a los poderes Ejecutivo y Legislativo; su exterior fue enrejado y fue clausurado al público.
Después de la dictadura, el «Diego Portales» pasó a ser un centro de conferencias y la torre Villavicencio pasó a ser la sede del Ministerio de Defensa, uso que concluiría a fines de este mes. Además, funcionó como centro de prensa para las elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales de la década de los noventa.
Una desgracia llegó el 5 marzo del año 2006, cuando un incendio destruyó parte de la construcción. El desastre abrió el debate acerca del destino del terreno y la posibilidad de venderlo a privados. «A raíz del incendio, algunas autoridades del primer gobierno de Michelle Bachelet, estaban bastante contentas, porque señalaban que era la oportunidad propicia para vender el terreno para que se construyera un mall o supermercado, los edificios de moda en el Chile neoliberal», recuerda Patricio Herman.
A fines de enero de 2007, un grupo compuesto por Herman, Miguel Lawner, Iván González (Colegio Arquitectos de Chile) y Jorge Cisterna (Defendamos la Ciudad) se reunió con la ministra de Bienes Nacionales del primer gobierno de Bachelet, Romy Schmidt. En la cita el cuarteto propuso que el edificio se recupere como centro cultural. «La ministra Schmidt acogió nuestra propuesta, se reconstruyó el edificio, que ahora se llama Gabriela Mistral y ese nombre fue propuesto a la ministra por estas cuatro personas que fuimos a conversar con ella», acotó Patricio Herman.
En diciembre de ese año, concluyó el concurso público que buscaba una propuesta de reconstrucción para el recinto. Resultó ganadora, entre 55 proyectos, la propuesta de Cristián Fernández arquitectos asociados y Lateral Arquitectura. El nuevo Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) fue inaugurado el año 2010, coincidiendo con el bicentenario de Chile. En marzo de 2014, la Presidenta Bachelet anunció que se iniciarían los trabajos para la segunda etapa del proyecto, que contempla un teatro para dos mil personas.
Sin embargo, Patricio Herman cree que aún no está terminada la tarea: “Es urgente solicitar a la secretaria técnica del Consejo de Monumentos Nacionales para que se inicien los trámites administrativos de tal forma que el edificio y la torre sean declarados monumentos históricos, bajo la categoría de monumento nacional».