“No anticipé una caída del cobre como la que se ha visto, sino que simplemente consideré que la economía chilena está muy ligada al cobre, por lo cual es obvio pensar –como cualquier persona razonable- que las platas del fondo tienen que estar invertidas con una correlación negativa respecto al cobre, es decir diversificadas. Por lo tanto invertir en cobre y, además, en Codelco era una mala alternativa; no requiere un pensamiento muy sofisticado saber que era mala idea”, dice Arturo Cifuentes, cuando se le recuerda su rechazo, en el año 2014, a usar los recursos de los fondos soberanos para capitalizar Codelco, como lo evaluaba Hacienda. Cifuentes era presidente del Comité Financiero -que asesora a Hacienda en la inversión de los fondos soberanos-, y dada esta oposición, el entonces ministro Arenas le pidió la renuncia, Cifuentes se negó a presentarla y Hacienda lo reemplazó vía decreto. Sin embargo, la Contraloría rechazó el decreto que lo destituía, tras lo cual el Ministerio recurrió a modificar el reglamento del Comité Financiero, que le permitiera sacar a Cifuentes.
Ingeniero civil de la Universidad de Chile, Ph.D. en Mecánica Aplicada del California Institute of Technology y MBA en Finanzas de la New York University, Cifuentes se desempeña en la actualidad como director académico del Centro de Regulación y Estabilidad Macrofinanciera (CREM) de la Universidad de Chile. Volvió al país en 2010, tras permanecer durante 30 años en el exterior, especialmente en EE.UU. Luego de la crisis subprime de 2007-2008, fue invitado por el Senado de EE.UU a declarar dos veces, en su calidad de experto en finanzas.
Dentro del trabajo que hace el CREM, destaca las publicaciones internacionales y los proyectos en marcha, relacionados con el riesgo sistémico en el sistema bancario, con el hecho que las clasificaciones de riesgo no son equivalentes en un mismo mercado, con las inversiones de las AFP y con productos derivados de crédito.
También trabaja en la elaboración de un índice inmobiliario para el mercado local, porque –explica- “en Chile no hay un índice inmobiliario universalmente aceptado, como el Case Shiller, en Estados Unidos”. Agrega que en general, con respecto a las propiedades, se comenten el error de hacer estimaciones en base a precios de oferta, lo cual no tiene ningún valor. “Cualquier persona sabe que lo único que vale es el precio al cual se hace la transacción, por lo que corresponde considerar los datos del Conservador de Bienes Raíces, no la opinión de los corredores de propiedades, las tasaciones o los avisos.
El segundo aspecto relevante es que para hacer un estudio correcto para saber cuánto varían de precios las propiedades se debe hacer con la metodología hedónico, en la cual no puedes tomar las propiedades que se vendieron y sacar un precio promedio y tomar las del año pasado y sacar un precio promedio; estadísticamente es incorrecto y da una visión bastante equivocada. Uno tiene que controlar por las diferencias.
El signo de un mercado maduro, transparente, es que haya índices confiables, con datos duros, no opiniones y con una metodología que esté claramente establecida, es decir que la gente pueda replicar. Eso es signo de madurez del mercado financiero. Es más, en la medida que exista un índice que se publica en forma regular y es público, incluso podría desarrollar productos basados en ese índice, como seguros.
— Llama la atención que Chile, país OCDE, no cuente con este tipo de índices…
— Chile es miembro de la OCDE pero tiene muchos pecados. Por ejemplo, la estructura regulatoria del mercado financiero tiene un monto de cosas que tiene que cambiar de manera urgente y, de hecho, ha recibido críticas de la OCDE y del FMI.
— Usted participó en la comisión Desormeaux, que hizo recomendaciones específicas para el sistema financiero…
— En la actualidad las autoridades regulatorias son unipersonales, es decir, es una persona nombrada por el Presidente de la República, que dura en el cargo hasta que decida sacarlo, entonces no es una autoridad independiente y eso significa que el regulador no tiene ninguna independencia. En el fondo es una empleado del Presidente de la República y con ello no estoy criticando a este gobierno sino que es un problema estructural que viene desde antes, pero es un problema grave. Lo que propusimos fue, primero, que las autoridades no fueran unipersonales sino que colegiados, es decir, cuatro o cinco personas. Y también propusimos que una vez que se nombrara, se hiciera por un periodo de tiempo y luego se va, lo cual puede traslaparse con el periodo presidencial, siguiendo el modelo del Banco Central.
La otra cuestión que también es bien grave es que en este momento el regulador es juez y parte, entonces si el regulador te acusa, te investiga, tienes que ir frente a él a justificar tus acciones y te juzga. Tiene que haber una separación de las funciones.
La tercera cosa es que el marco regulatorio chileno, tal como está ahora, tiene una estructura de silo, está el regulador de los bancos, el de los seguros, el de las pensiones, lo que ha quedado obsoleto. Hace 50 años tenías un teléfono, un televisor, una máquina fotográfica, pero hoy día tienes un teléfono que es todas las cosas al mismo tiempo y hoy pasa lo mismo, pues tienes entidades financieras que tienen características de bancos, de fondos de inversión; las divisiones son bastante fluidas. Entonces si tienes un regulador con esta mentalidad de silo, se producen vacíos regulatorios y cuestiones que no las mira nadie. Lo que propusimos es la existencia de dos reguladores: uno de solvencia que mira a todas las instituciones y se preocupa de la estabilidad del sistema financiero, y otro que es distinto y se preocupa de las conductas del mercado, es decir, de la protección del consumidor. En ese esquema, el regulador se preocupa de lo que está se está haciendo y no pasa que si soy banco me mira el ‘gallo’ de los bancos independiente de si estoy vendiendo seguros. En el esquema chileno esto no cae muy bien, porque es un país burocrático, muy de reglas rígidas.
— Hasta el momento solo se ha tomado una parte, porque hay un proyecto que cambia el gobierno corporativo de la Superintendencia de Valores…
— Efectivamente, hay un proyecto que considera un cuerpo colegiado para la SVS y que tiene que ser independiente, pero no hay más. Está claro que estos proyectos no son muy sexis, no hay senador o diputado que diga: ‘pucha’ yo estuve a favor del gobierno colegiado de la Superintendencia de Pensiones; es una cuestión que no te va a ganar ningún voto y es una lata para el gallo que no entiende.
— A raíz del caso AC Inversions, quizás si ahora alguien dijera que está tratando de cambiar la regulación podría tener más visibilidad…
— Una de los problemas que hay con el actual esquema regulatorio es que hay estas tierras de nadie, vacíos regulatorios, entonces, en la medida que tengas un regulador que está mirando todo es más fácil. Además tienes que separar las funciones de quienes ven la solvencia y quien se preocupa del consumidor, lo que está concentrado hoy, pues el regulador de la banca ve la solvencia de los bancos y en teoría la protección del consumidor
— ¿En teoría?
— La evidencia empírica en general es que todos los reguladores en Chile, en los últimos 30 años, han privilegiado la solvencia y han dejado de lado la protección del consumidor. Si uno compara lo que tiene de protección el consumidor chileno con estándares internacionales está muy desprotegido.
— ¿Cuál es su opinión en el caso de la fusión de Argentum y Cuprum?
— Desde el punto de vista financiero esto es un desastre, porque crea una incertidumbre bastante grande con respecto a las reglas del juego. En la parte legal no me voy a pronunciar porque no es lo mío, pero si uno lo mira esto como un actor del mercado financiero y ve que una institución pidió permiso para hacer una cuestión, le dijeron lo tiene que hacer de esta manera y después se da la situación que hemos visto, se crea una incertidumbre bastante grande. Eso es nefasto para los mercados financieros.
— Es bastante difícil prever todos los escenarios y que solo se prevea lo que se puede hacer, como la legislación bancaria…
— Esa es la postura chilena, pues en los países más civilizados tú puedes hacer todo a menos que esté prohibido. Aquí en Chile es al revés.
— Parece que es parte de la cultura, pues se suele decir: “hecha la ley hecha la trampa”…
— Yo soy chileno y estadounidense, pero más chileno y no lo digo con ningún sentido peyorativo, pero creo que Chile es un país de gente deshonesta en general, a todo nivel, en el día a día. Desde los niveles más altos a los niveles más bajos de la sociedad.
— ¿Lo dice habiendo trabajando 30 años en EE.UU.?
— Justamente, porque uno puede comparar, al final sacas conclusiones. Este es un país donde la palabra no vale, la desconfianza es tremenda, si tu no firmas algo ante notario nadie te cree, existe una cultura del timbre, de la cuestión oficial, entonces la gente es tramposa, desde la secretaria que se lleva el block o el lápiz a la casa hasta el tipo que hace un menjunje de varios millones de dólares. A todo nivel existe una cultura de la pillería, de la choreza de que el pillo se aprovechó de de un pelotudo. La manera que se educa a los niños es privilegiando la trampa, entonces hay una cultura bastante arraigada de eso.
— ¿Es comparable llevarse un lápiz a usar información privilegiada o a la colusión de los remedios?
— Ahí tienes otro ejemplo. La información privilegiada es un concepto que mucha gente no tiene asimilada y se pregunta qué es. El conflicto de interés, por ejemplo, en Chile no es parte de los conceptos que la gente maneja. El taxista no tiene información privilegiada pero te da vuelto con un billete falso o el gallo que hecha bencina te hace el maquinazo. Cada uno roba lo que puede dentro de su espectro de posibilidades.
— ¿Agrava la situación el hecho que creamos que no somos deshonestos, pero creamos que el resto de la región sí lo es y, además, nos creamos otros cuentos como ser los ingleses de Sudamérica?
— Nunca he creído en el cuento de que los chilenos son los ingleses de Latinoamérica; más bien somos los turcos de Latinoamérica. Turquía, Chile y México, según varios estudios, son los países donde la gente es más desconfiada. Turquía ha tenido dictaduras militares espantosas, es un país muy machista, nadie llega a la hora, es un país extraordinariamente religioso pero no en el buen sentido de la palabra, no tiene tradición democrática de la cual pueda sentirse muy orgulloso. Tenemos varios elementos similares.
— ¿Hay algún modelo a seguir?
— A mí me parece que Estados Unidos es un país macanudo, pero creo que hay estar consciente de nuestras limitaciones. Creo que Nueva Zelanda es un buen modelo a seguir en lo económico, en políticas públicas, en la estructura del gobierno y tiene varias cosas similares a Chile: está en el extremo del mundo, es relativamente chico e hizo bastantes transformaciones en los últimos 20 años Tiene la ventaja de que todo el mundo habla inglés.
— Usted sigue conectado al mercado financiero mundial ¿Cuáles son sus proyecciones en materia
— Creo que EE.UU está bien y va a seguir en forma modesta, pero bien. Europa está jodida por mucho tiempo. Los chinos van a seguir creciendo, pero no al ritmo de antes, porque lo que quieren hacer es transformarse de una economía basada en exportaciones e infraestructura a una economía de servicios y desarrollar el consumo interno, lo cual no es fácil, entonces el crecimiento de China no va a ser el mismo que traían hasta ahora
— En ese escenario de China ¿cómo se ve Chile y sus exportaciones de cobre?
— Chile va a estar más fregado, porque no creo que el precio del cobre vaya a subir mucho, pues la demanda va a ser inferior. Desafortunadamente Chile no se pudo diversificar y sigue dependiendo de la industria del cobre.
— Pero en el discurso público no se ve mucha preocupación por el hecho de que China está cambiando, que no va a volver a demandar metal como antes y, por tanto, que el precio tampoco volvería a altos niveles…
— La economía no se ha diversificado mucho. Chile tiene básicamente la misma hora de Nueva York y podría tener una industria de servicios la de India. El problema es que en este país nadie habla inglés. La India tiene con un horario bastante como la mona, porque están mal ubicados con respecto a todo el mundo, pero ha desarrollado una industria de servicios bastante importante de cuestiones legales, de computación, radiografías, etc, porque tiene 50 millones de gallos que hablan inglés. Chile no puede competir con Sao Paulo, pero podría transformarse en un centro importante de servicios en muchas áreas, como la financiera, si es que se esfuerza porque la gente aprenda inglés. En Europa son todos bilingües; por qué no podemos hacer eso en Chile en vez de seguir pensando en el precio del cobre. Que un estudiante termine el colegio sin ser bilingüe no es aceptable. Creo que hay que pensar en esas cuestiones. Esas son las peleas que uno debería dar.