La Plaza de Armas es el emblema o debiera serlo de nuestra capital. Nació junto con la ciudad de Santiago el 12 de febrero de 1541. Por aquel entonces era una cuadra de tierra totalmente rasa, en torno a la cual se fueron creando una serie de construcciones rectangulares que conformaron las "manzanas" de su entorno.
La plaza, la casi de siempre
Tres siglos después, en 1860, tuvo su primera intervención siendo forestada con árboles y jardines. Hace un par de décadas, entre 1998 y 2000, se produce una segunda intervención en su estructura, una fría mezcla de sectores de explanada (esta vez pavimentada), para actividades culturales, unos pocos jardines y una pérgola central para la ejecución musical de la banda municipal, siguiendo la tradición.
Artistas deambulando por sus costados, sobre todo frente a la Catedral, pintores y retratistas, vendedores de baratijas, mimos y humoristas rodeados de un entusiasta público que disfrutaba los show callejeros, ilustraban una cara de la moneda. La otra, el olor a comida, los jubilados día a día sentados en algún escaño leyendo algún periódico (vaya a saber usted si de la fecha), centenas de peruanos coordinando trabajos y otras yerbas y uno que otro "lanza" haciendo de las suyas entre los desprevenidos.
Como desafiantes contendores, en el rincón norte, Pedro de Valdivia y en el otro extremo, un orgulloso araucano. Claro que hablamos de estatuas, la primera, del español Enrique Pérez Comendador y donada en 1960 por la Comunidad Hispánica residente al conmemorarse 150 años de la Independencia de Chile. La segunda, inaugurada a comienzos de la década del ´90 para homenajear el valor de los pueblos originarios. Fue obra de Enrique Villalobos y representa una semilla, un rostro y vegetación. En cualquier caso, son el disfrute de cuanta paloma quepa en ellas y de turistas que suelen retratarse teniéndolas de fondo.
La otra plaza, la nueva o no tanto
No gustaba mucho la imagen a sus autoridades y se decidió efectuar importantes cambios estructurales en ella y que alcanzaron al Portal Fernández Concha. Las obras duraron 338 días en que la plaza estuvo cerrada al público. ¿El costo? La friolera de 1.667 millones de pesos que implicaron cerca de un 40% más de áreas verdes, 160 nuevas luminarias y Wi-Fi gratuito para sus usuarios.
Quizás habría que regalarles "Tablet" a los jubilados o... en su caso, volver a jubilarlos, esta vez de la plaza y dar paso a nuevas generaciones tecnológicas. Opiniones las hubo para todos los gustos, pero en general, la mayor presencia de vegetación y el intento de dotarla de un aire de modernidad, fueron bienvenidos. Hasta ahí, todo bien, críticas más o menos, de seguro en poco tiempo nadie se acordaría de los pormenores. Pero, y en Chile esa palabra sí que debiera reconocerse como parte integrante de la identidad nacional (y de autoría de maestros chasquillas), había un "detallito", pendiente.
¡Escándalo!
Apareció en cámaras la alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá y anunció que el Metro efectuaría obras frente a la Catedral y que ello implicaría cerrar parcialmente la recién reinaugurada Plaza de Armas, aunque no significaría perder lo que se había invertido. ¿Las razones? Una línea y estación del Metro que se había proyectado en calle Catedral, no podría ejecutarse allí y se instalaría frente al templo.
¿Es que acaso nadie se percató de ello? ¿Y dónde quedó la coordinación entre órganos del Estado que, tratándose de obras de gran envergadura e impacto en la población (miles de toneladas removidas) debían estar en conocimiento de las autoridades? Aló... aquí Houston. Nadie escuchaba o quizás nadie dijo nada, lo concreto es que hasta la Iglesia Católica intervino en el desaguisado, pues le aguaba la reinauguración de la fachada de la Catedral, en mayo próximo.
Declaraciones por doquier tratando de justificar lo injustificable. Luego de una semana de dimes y diretes, el Metro anunció que "Dada la petición, tanto de la Iglesia como de la municipalidad y la intendencia (...) Metro está analizando la posibilidad de tener una solución de ingeniería alternativa, que incluye no solamente satisfacer y mantener el diálogo entre las partes involucradas, sino que además, de manera muy importante, tratar de no alterar ni los presupuestos ni los plazos para la Línea 3", señaló su presidente, Rodrigo Azócar.
Y así fue o al menos hasta este momento, pues el Metro efectuaría sus excavaciones en la calle Puente de la capital. Todos los intervinientes anunciaron la nueva decisión entre sonrisas. Por fin habían llegado a buen puerto. Pero no podemos pasar por alto la absoluta falta de coordinación previa. Acaso esto mismo ¿no se pudo hacer meses atrás? ¿o había que esperar anunciar a los cuatro vientos la "chambonada" para después sentarse a conversar?
"Aquí hubo fraude"
Así lo afirma el abogado Luis Mariano Rendón, quien el año 2012 interpuso ante la Corte de Apelaciones de Santiago, el Recurso de Protección Rol 40665-2012, alegando que las obras del Metro, no contaban con un Estudio de Impacto Ambiental. "En este caso ha habido una burla completa, un fraude al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, pues el Metro hizo una mera declaración pensada en la ley para proyectos menores".
No haber efectuado el estudio, generó todo este problema y, al parecer, serios daños estructurales en importantes monumentos nacionales. "Aquí hubo desfachatez por parte de gente del Metro, pero con la complicidad del SEIA, del Consejo de Monumentos Nacionales y hasta con el beneplácito de los Tribunales de Justicia, que rechazaron el recurso. Se puso en peligro una zona muy rica desde el punto de vista arqueológico y de monumentos históricos, cuyo riesgo es evidente, pues al hacerse las excavaciones se producen movimientos en la tierra y se pierde el asentamiento que tienen los edificios", asegura Rendón.
Eso habría ocurrido ya en el caso de la Catedral y se investiga daño en el ex Congreso. "Todo eso ha pasado porque se ha burlado la ley", denuncia el abogado. "El Consejo de Monumentos Nacionales en el gobierno pasado (Sebastián Piñera) emitió un informe que descartaba todo peligro, ese fue el fundamento de la Corte para rechazar el recurso, lo que en definitiva los hechos demuestran que no fue así".
"Aquí, debieran perseguirse responsabilidades quizás jurídicas, pero claramente sí desde el punto de vista político, pues el municipio de Santiago, en conocimiento de este hecho guardó absoluto silencio hasta que les explotó en la cara. Aquí también hay responsabilidad de los Tribunales, por notable abandono de deberes, por desproteger el patrimonio nacional, lo que podría llevar a una Acusación Constitucional en su contra. Habría que ver si hay parlamentarios con suficiente energía y coraje para hacerlo", remata el abogado.
Fuente: http://www.cambio21.cl/cambio21/site/artic/20150102/pags/20150102231645.html