Y Domínguez es tajante: “El Estado es el peligroso porque las instituciones funcionan mal”. Y eso lo funda en un conocimiento acabado y profundo de lo que pasa en el Cementerio General, con robos de diversos tipos, incluida una estatua de mármol de 400 kilos, irregularidades en el crematorio, muy poca reconstrucción, desaparición de buena parte de las especies vegetales y, posiblemente lo más grave, el dramático descenso en el número de sepultaciones: de 23.000 en 1920, 18.000 en los 50, y 14.000 en los 90 a sólo 6.000 en el año 2010.
Un testimonio descarnado sobre un Patrimonio histórico, arquitectónico y artístico que está en la memoria colectiva que además incorpora un complejo patrimonio intangible dada por los diversos rituales y actividades que en él se desarrollan.