27 Febrero 2006
Reportaje publicado en El Mercurio del domingo 26 de Febrero de 200

Los defensores de la ciudad

Ya se desató en las urbes chilenas la lucha de los vecinos que buscan una ciudad mejor. Los expertos dicen que no es un fenómeno local, y si las autoridades no abren canales reales de participación, esta práctica democrática seguirá aumentando.

Por Oriana Olivos Marín A nadie sorprende ver en la televisión y en los diarios a vecinos protestando para que se respeten sus derechos ciudadanos. Desde la demanda por un semáforo o un lomo de toro hasta la defensa de un edificio patrimonial o cambios en los planes comunales reguladores conforman la lista de consignas que se aprecian en pancartas. Hay de todo. Quienes tienen más recursos imprimen sus grandes carteles con sofisticadas tecnologías. Aquellos más artistas usan artilugios de la plástica para darse a conocer, mientras que la gente más sencilla recurre a métodos tradicionales de protesta: volantes que reparten en la feria y pliegos de cartulina manuscritos con plumón escolar. El arquitecto urbanista Héctor Arroyo, que ha estudiado el fenómeno de participación ciudadana en Canadá y México, afirma que las protestas callejeras por mejoras urbanas y calidad de vida no es privativo de Chile. "Sólo hay que mirar lo que pasó el año pasado en Francia, cuando París ardió. Si bien existen grandes diferencias entre ambos casos, obedecen al fenómeno de la globalización, que permite que la gente se organice frente a los mismos problemas que ella les acarrea". Se calcula que sólo en la capital de Chile han existido cientos de organizaciones barriales, de todo tipo, en estos últimos tiempos que se han formado a la luz de alguna demanda relacionada con la ciudad. Dice Patricio Herman, de "Defendamos la ciudad", que si bien algunas son transitorias, desaparecen cuando finaliza el conflicto, otras han logrado erigirse más allá de su barrio y transformarse como importante referente para dar respuesta y asesoría técnica a los que vienen. "Un caso emblemático lo representan los vecinos de Costanera Norte, quienes una vez que lograron que las autoridades modificaran el trazado de la autopista que los perjudicaba, conformaron Ciudad Viva, organismo que se dedica a defender los derechos urbanos". Sin partidos políticos El arquitecto Alfredo Rodríguez, de Corporación Sur, coincide en que los grupos de protestas barriales son una tendencia mundial. "Surgen de manera dispersa y una de las razones es que los partidos han perdido su peso y para la gente ya no cumplen el rol de interlocutor entre los intereses de los ciudadanos y las autoridades. Pero lo más importante es que son transversales, súper democráticos. A nadie se le excluye por su tendencia política o condición socioeconómica. Los que funcionan con estos métodos suelen tener mayores éxitos en sus objetivos". Para los expertos -además del fenómeno de la globalización, que ha traído mucho progreso pero a la vez ha mermado la calidad de vida en los barrios producto del desarrollo vertiginoso- una de las causas centrales del malestar de la gente es la falta de canales de participación. "Las autoridades del territorio, locales y centrales, planifican sin consultar a la gente que se verá impactada por los proyectos de construcción. Los afectados sienten, y con justa razón, que se los pasa a llevar. Y cuando intentan buscar soluciones sólo encuentran negativas. Incluso, algunos alcaldes que se han dado cuenta de la necesidad de consultar a los vecinos, cuando cambian el plan regulador comunal, realizan una especie de convocatoria. Pero, finalmente, las propuestas de la gente no son consideradas cuando elaboran el rayado de cancha definitivo". Otro de los males que salta a la vista es el crecimiento excesivo de la ciudad. Para Patricio Herman, mientras más se desarrolla una urbe, las complicaciones de habitarla se acrecientan. "Santiago concentra el 42 por ciento de la población de todo Chile. Está alta cifra sólo la tenemos nosotros a nivel mundial. Hemos roto un récord. En este escenario es probable que las protestas barriales sigan aumentando y de aquí a diez años proliferen significativamente". Para Alfredo Rodríguez este fenómeno es parte del proceso democrático. "Pero las cosas podrían ser mejores. Las obras de infraestructura que impactan la ciudad y afectan el barrio, por ejemplo, no debería ser avasalladoras. Si los proyectos tuvieran mayor difusión y contaran con la participación de los afectados, se evitarían mayores problemas. Lo que pasa que tanto el Ministerio de Vivienda como el Ministerio de Obras Públicas están apostando por un modelo que permite el desarrollo de las constructoras e inmobiliarias, ya que generan empleo y crecimiento económico. Lo malo es que no han incorporado el problema de los impactos que éstos provocan en la ciudad. Creo que no es mala voluntad, si no que existe temor a que las empresas no inviertan o a veces no ven necesario contemplar esta variable. Se suma el hecho de que al consultar a la gente los proyectos se demoran más". Según el arquitecto, se ha demostrado que se puede progresar haciendo participar a la comunidad. "Muchas empresas están dispuestas a transar ciertas cosas, sobre todo en proyectos millonarios". La institucionalización Todos concuerdan en que una de las características de los grupos barriales es que ejercen su protesta en forma pacífica y para solucionar sus conflictos buscan información técnica sobre lo que los aqueja. "Están dispuestos a sentarse a conversar, aunque hay que reconocer que las autoridades temen que, al generar instancias de participación, aparezcan los clásicos señores que siempre se niegan. Sin embargo, esto es parte del proceso democrático. Y la falta de costumbre de participación ciudadana en Chile tiende a crear desconfianzas, las que una vez limadas permiten que las cosas fluyan entre vecinos y autoridades. Pero no es tan fácil, porque en nuestro país se impone el espíritu burocrático", enfatiza Héctor Arroyo. Comenta que para que no se produzcan estallidos sociales en el futuro, como en otros países, resulta imprescindible que las autoridades puedan prever los conflictos. "Tener olfato, ésa es la clave y consultar con expertos nacionales la forma de cómo empezar a enfrentar el conflicto urbano. Esto se ha hecho en otros países y ha dado resultado". Un caso emblemático de participación ciudadana, que comenzó a tomar fuerza en Santiago, ha sido el de la organización "Defendamos la ciudad". Dice Patricio Herman, uno de sus dirigentes, que todo comenzó por la inquietud de un grupo muy pequeño de profesionales vinculados con la urbe. "Pero nosotros nos sorprendimos cómo fue tomando fuerza. Y gracias a las cartas que publicamos en El Mercurio, mucha gente de barrio comenzó a consultarnos. Hemos conocido más de cien organismos independientes de todas partes de Santiago". Quizás la expresión más institucionalizada de participación ciudadana independiente la conforman la "Coordinadora de derechos urbanos", creada en septiembre de 2005, que reúne a muchas organizaciones barriales, también a "Defendamos la Ciudad" y a "Ciudad Viva". Además de elaborar su manifiesto, se ha propuesto ser reconocida al mismo nivel de la Cámara de la Construcción para negociar los asuntos urbanos de igual a igual con las autoridades. Derechos urbanos En septiembre de 2005 se creó la Coordinadora de los Derechos Urbanos, que aglutina a organismos barriales independientes. La agrupación busca tranformarse en una instancia con capacidad de sentarse a debatir los temas de la ciudad con las autoridades. Su emblema: exigir el proceso de democratización en la toma de decisiones en los asuntos de desarrollo de la urbe.




Inicia sesión para enviar comentarios