Señor Director: El “severo traspié para la planificación urbana del Gran Santiago” a que alude la editorial de La Tercera de este martes 13, efectivamente no es tal, por diversas razones reales que no deben quedar en el tintero. La principal de todas es el hecho que en los próximos casi 20 años, de aquí al 2030, se necesitaría acoger sólo 80.000 personas por año, como promedio. En total 1.6 millones de nuevos residentes. Vale decir, una cifra absolutamente compatible con las 7.000 hectáreas residenciales que ahora están disponibles. Nótese que el 8% para vivienda social, en esta disponibilidad, llega a las 560 hectáreas a las cuales se puede recurrir en el intertanto, o desde ya. Mejor aún, en áreas interiores y susceptibles de renovación urbana. Es decir, sin continuar segregando a la población menos favorecida en la periferia urbana, y con una mejor rentabilidad para la inversión privada. ¡Doble beneficios directos! Por otra parte, el hecho que se argumente que casi un cuarto de las 9,823 hectáreas de la denegada ampliación iba a estar destinado a áreas verdes, no agrega nada que sea real, excepto iba a estar demarcada en plano regulador. ¿Cuáles de todas las áreas verdes del plan intercomunal, en verdad, están materializadas y en uso por las gentes? Baste recordar los cero pesos que se ha asignado hasta ahora al visionario “Plan Santiago Verde” que oficializara el ex–Intendente Sr. Basualto, hace ya bastantes años atrás. Para no decir que en ese cuarto de área ampliada, también iba a existir el riesgo de desafectación que experimentara el ex-Estadio Santa Rosa de Las Condes, dándole preferencia a la congestión y el caos vehicular; a los gastos en obras públicas de otro modo evitables; a la pérdida neta de espacio abierto y paisaje urbano, y a una mayor contaminación por material particulado y ruido automotor. La degradación ambiental de Santiago; la imperiosa necesidad de remodelar por completo la gestión del transporte público capitalino, el Metro, Transantiago y EFE; la conveniencia de eliminar su límite urbano, y la posibilidad de revertir el incremento sostenido de la marginalidad residencial que privilegia la vivienda social, entre otras, son auténticas y meritorias razones técnicas para que efectivamente el Gobierno actual opte por perfeccionar una completamente nueva imagen-objetivo del Gran Santiago, en el largo plazo: Su nuevo Plan General Urbano, extendido, armónico, funcional, flexible, y sustentable. Se trata de un asunto transversal, claro y necesario, que debería ser abordado de cara a las personas, apoyado por las razones científicas que se conocen; concorde con la capacidad de acogida del suelo urbanizable, y por sobre todo, de modo que esté completamente alejado del secretismo, de las utopías de papel (en los planos), y de los poderes hegemónicos que son contrarios al bien común. El nuevo estilo de gobernar ofrecido durante la campaña, así lo sugiere. El Consejo Regional Metropolitano votó en contra de la referida ampliación por algo así, de real valor social, 14 a 12. Es evidente que en ningún caso lo hizo para llevarle la contra al Gobierno, como se pretende tergiversar los hechos. Corresponde al propio Gobierno advertir y soslayar esta trampa, tendida por los grupos de interés y las personas que están por sus irrenunciables metas y objetivos individualistas, antes que sociales. Lo urgente, hoy día, es no dilatar tan imperiosa necesidad por una nueva planificación urbana de alta calidad, que sea transparente, equitativa, democrática y acorde con el dominio común sobre estas materias en otras latitudes. Desde ya, sin límite urbano. Waldo López M.