05 Marzo 2010

Torres de Pisos

Es parte del riesgo de vivir no encerrarse en un bunker a prueba de cataclismos, obedeciendo a normas y exigencias extremas que gravarían más allá de lo razonable todo obra humana. Por Héctor Arroyo Llanos, Arquitecto y urbanista Agrupación “Defendamos la Ciudad”.

Sin embargo, desde allá hasta acá hay suficiente trecho para que los marchantes de toda especie, con la anuencia de las autoridades, respeten- cuidando sus pesos- dolosamente la seguridad y permanencia de esas obras. Hoy, el sector de la construcción está en la mira de la ciudadanía, sector económico que es el benjamín del modelo neoliberal. Este terremoto ha desnudado la brecha insultante e insensible que existe entre una máxima e imposible protección total y una protección manejada a la neoliberal, y prueba de ello son las múltiples obras- edificios, rutas y viaductos- en el suelo o por derrumbarse, construidas recientemente. La concentración de la inversión en construcción, en la municipalidades más ricas del país que son los lugares más apetecidos donde sembrar sólidas torres y en áreas agrícolas desperdigadas donde se plantan desarrollos residenciales de baja altura, apetecidos si cuentan con aire puro y vistas a paisajes espléndidos o menospreciados si es todo lo contrario- aún cuando ambas intervenciones siguen siendo negocio- sumado a la carencia de una política que impulse la renovación de las zonas urbanas vetustas, salvo algunos proyectos curanto- hoyos en la tierra rellenos con lo que caiga, a gusto del promotor ávido- y la falta de garra en el proceso de inspección y control de las normas, conforman un conjunto de condiciones que explica por qué los más afectados son los sectores sociales medios y los ciudadanos menos favorecidos por la fortuna. Definir una zona de remodelación y actuar, según la mántrica neoliberarl, significa introducir distorsiones en el libre mercado del suelo. Pregunta: ¿cambiar, a petición de un promotor bien conectado, capaz de regalar un caballo a la autoridad, el Plan Regulador de un área suculenta, sobre todo si cercena de un parque o área verde privada un pedazote para construir una o más torres, qué es? Con las grandes catástrofes aparecen como hongos los tartufos y tartufas que poco menos exigen concentrar todos los esfuerzos en la ayuda caritativa y en la solidaridad y evitar comentarios que puedan alterar la paz de las autoridades y de los individuos que han cubierto el territorio con sus obras, llegando incluso, como el papanatas luterano usano, a afirmar que Haití estaba pagando su pasado pacto con el Diablo, y se oculta o soslaya el hecho que las catástrofes ocurren en un momento histórico preciso, afectan a comunidades específicas, gobiernan individuos reales, movidos por ideologías o dogmas concretos y existen medios bien o mal diseñados para responder con rapidez y eficiencia a las urgencias del caso. ¿Dónde está la red nacional de sirenas automáticas que alertan sobre la eventualidad de un maremoto, tal como la existente, por ejemplo, en Hawai? ¿Quién es responsable, en qué cantidad y dónde se acumulan los medios, artículos y auxilios de primera necesidad, renovables para evitar su deterioro? ¿Cómo se controla la disponibilidad de fuentes de energía de emergencia que las empresas privadas de comunicaciones debieran poseer para reactivarlas rápidamente? ¿Cómo se evita que las autoridades mal informadas difundan información tranquilizante falsa? El neoliberalismo en su afán de rentabilizar su inversión minimiza o descarta los ingredientes no monetarios que son cruciales en momentos de crisis: brigadas de emergencia, transporte y reubicación digna de los damnificados, primeros auxilios, dispositivos de alerta, información veraz, rescate de las víctimas, etc., pues se apoya en un principio que en el fondo es antisocial y derechamente inmoral: “Déjennos la pista libre para multiplicar nuestras utilidades y háganse cargo de las consecuencias de los problemas cuando se multipliquen”, pero si el Estado neoliberal se despojó o minimizó sus responsabilidades la caridad sólo cumple un rol secundario. ¿Habrá voluntad política para proceder, habiendo previamente auxiliado masivamente a las víctimas, a un examen colectivo de las ideas que orientan el quehacer del Estado, del sector privado y de la ciudadanía, evitando referirse tartufescamente a la Torre de Pisa, pues en este caso se trata de muy reales torres de pisos habitados, con riesgo de desplome? Por Héctor Arroyo Llanos Arquitecto y urbanista Agrupación “Defendamos la Ciudad”



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