Acabo de imponerme del sensible fallecimiento de Mónica Echeverría, a los 99 años de edad, viuda de Fernando Castillo Velasco a quien acompañara en su propia obra como ex-Rector de la U. Católica de Chile.
Pero esta colaboración no se limitó apenas a la exhibición de su nombre o en las fiestas sociales, porque ella en sí misma reunió caracteres que personalmente la distinguían. No tan sólo por su cultura sino también por la propia obra que la divulgó en Chile como una escritora nacional. Sin duda alguna, su mayor característica, -aparte su belleza- fueron dos caracteres que muy lejos la destacaban dentro de su género: su pasión por la verdad y el coraje que la acompañó siempre y así también, por su simpatía, cordialidad o gentileza poco comunes. Era pues, una mujer de clase, no apenas en el sentido meramente político-ideológico, por su carácter inalterable y que la acompañó siempre. Muchas veces, me recordó a Amanda Labarca, otra gran mujer chilena que nadie debiera ignorar.
Dentro de ese espíritu, quiero destacar, entre las varias obras que escribió, una en la cual, haciendo gala de su coraje y la verdad con que escribía, analiza críticamente a varios ex–militantes de la DC que eran asiduos a su mesa. Uno de los cuales injustamente “molesto” pensó demandarla, pero sus propios amigos le advirtieron que quedaría muy mal puesto. Entre ellos, un inefable Enrique Correa..., que todo el mundo político serio conoce o debe conocer. ¿Quien podría “dominar” mejor el ejercicio del lobby que este personaje?
Pero hay todavía, otra razón por la cual es digna de un homenaje: jamás dejó de estar activamente participando, especialmente en el ámbito de la cultura. Y, en este sentido, también me hacía recordar a las miles de “señoras” que no van más allá de una repetida expresión: “rico tu té, linda”. Quiero decir con ello, derechamente, poseedoras de una solemne ignorancia y ajenas al acontecer del Chile real. Y que como se sabe -lo advertimos hace más de medio siglo- ha explotado recientemente en una marcha multitudinaria e histórica de demandas sociales. Y sin que hasta ahora el Gobierno de turno haya sido capaz de ofrecer respuestas sólidas y concretas que justificarían la superación de esta tragedia nacional. En que las injusticias sociales, se han impuesto por sobre la buena razón elemental de la Justicia económica para la ciudadanía. Y perdónenme si cito apenas un ejemplo: son tantas las tragedias en el plano de la salud -por ejemplo- que en cierta ocasión que debí concurrir a un hospital, un hombre a mi lado que esperaba hacía horas, le dio un ataque y falleció... De inmediato debí trasladarme a una clínica donde no sólo me atendieron de inmediato sino además, me pasaron una cuenta sumamente abultada... El que no tiene dinero en mi País, se muere. Y hay millares de ejemplos que también, abarcan nuestra Educación.
Compartimos por igual nuestros afanes o luchas a favor de este tipo de causas. Lo cual, ennobleció todavía más nuestra sólida amistad y mi admiración personal. ¿Qué pasaría si Chile contara -nuevamente- con varias mujeres como Mónica Echeverría?...
Tengo la certeza, que éstas mis palabras, serán muy breves para destacar una chilena tan meritoria. Con mayor latitud me refiero a ella y su obra en mi próximo libro “Chile Profundo”.