"Hay que fijarse siempre y buscar con atención a los que se ocultan detrás de las cortinas. Yo los conozco, les he visto la cara, sé que operan en las sombras del poder..."
Hace pocos años, un alcalde inauguró un día un hermoso parque al borde de un río, en el corazón de un barrio de la ciudad. El parque -cuyo nombre original era Lo Gallo, pero que los vecinos llamaron Monseñor Escrivá- se pobló de niños, ciclistas, corredores, caminantes, y todos elogiaban el gesto que llenó de orgullo a los habitantes de ese barrio. Vinieron visitantes de todas partes a contemplarlo y admirarlo. Los árboles comenzaron lentamente a crecer y se llenaron de pájaros que parecían cantar al unísono por la alegría de una nueva área verde en una ciudad que lentamente se desertifica. Una ciudad que se olvidó que alguna vez fue un paraíso y que puede convertirse en un infierno. Dicen que Vicuña Mackenna -el ilustre intendente visionario de otro siglo- vino muchas noches, como fantasma, a pasearse por los senderos del nuevo parque y miró con atención lo que se había hecho y vio que era bueno y descansó... El egregio antepasado de una ciudad que él había amado y soñado como un faro de América vio que sus sucesores (intendentes y alcaldes) no solo eran capaces de destruir, sino también de crear. Se sentó junto a un río seco (antes torrentoso), vislumbró unos cerros otrora vírgenes y hoy invadidos por torres presuntuosas, miró la majestuosa cordillera -la única eterna al lado de las efímeras y babélicas obras humanas-, suspiró y volvió a su condición de bisabuelo de piedra. Pero un día ocurrió lo impensable.
Los vecinos del parque despertaron de un sueño y se encontraron viviendo en una pesadilla. El mismo alcalde que había inaugurado un nuevo espacio público decidía intempestivamente mutilar una parte de él, para hacer pasar por ahí nuevas autopistas de una ciudad que privilegia los autos por sobre los habitantes y sus espacios públicos. Se sabe que estas nuevas autopistas (o avenidas) solucionan transitoriamente un problema, pero terminan generando nuevos colapsos futuros, pues solo promueven el uso desmedido del automóvil. Las palabras del alcalde para justificarse retumbaron en el valle: "esta es una comuna que tiene una alta tasa de motorización, ya aumentaremos las áreas verdes en algún momento". ¿Pero quién puede asegurar -a la luz de lo ocurrido- que las aumentará y después no las mutilará?
Lo que parecía un hermoso cuento de Oscar Wilde (un alcalde creador de parques, la antítesis del gigante egoísta) se ha transformado -de la noche a la mañana- en una obra del teatro del absurdo. La obra podría llamarse "El construdestructor". Pero para que el absurdo ocurra, no bastan solamente los personajes principales sobre el escenario.
Hay que fijarse siempre y buscar con atención a los que se ocultan detrás de las cortinas. Yo los conozco, les he visto la cara, sé que operan en las sombras del poder. Son los mismos que en una anterior batalla que dimos los vecinos de Vitacura se compraron a los dirigentes vecinales, pagaron avisos millonarios firmados por juntas de vecinos, avisos cuyas facturas eran pagadas por inmobiliarias. Su presión para buscar conectividad a sus nuevas construcciones, claro está, puede hacer bailar a las autoridades a la música de su imparable avidez. Nuestra ciudad no tiene hoy política urbana y está secuestrada por una dictadura inmobiliaria que usa todos los medios y recursos para desinformar y confundir. ¿Y los vecinos qué harán?
La contundente manifestación-caminata de este fin de semana parece augurar que viene otra larga y dura batalla ciudadana contra la usura y la desmesura. Esta batalla es tal vez la más emblemática de todas: si se cercena un parque en Vitacura -una comuna de la élite-, ¿qué podrá impedir qque mañana -con la misma "lógica"- la prepotencia de las autoridades que ignoran a los ciudadanos destruya otras áreas verdes, cercene otros parques en otras comunas? ¡Que el espíritu del gran Vicuña Mackenna inspire y les dé fuerzas a los vecinos caminantes!
Fuente: http://www.elmercurio.com/blogs/2014/11/27/27217/El-parque-mutilado.aspx