La Armada de Chile acaba de iniciar el proceso de venta de una serie de lotes pertenecientes al Fundo Naval Las Salinas en la Comuna de Viña del Mar, que suman un total de poco más de 23 hectáreas. El paño colinda con el barrio residencial Jardín del Mar y una parte relevante del terreno en venta se encuentra en primera línea frente al borde costero. Conocedores del proceso señalan que el paño es apto para el desarrollo inmobiliario, a pesar de lo cual, o tal vez por lo mismo, las comunidades vecinas están solicitando a la autoridad el congelamiento de nuevos permisos de construcción en el sector de Jardín del Mar.
Nadie discute que la Armada, como toda institución, tiene el legítimo derecho de disponer de su patrimonio institucional como mejor le parezca a la luz de sus necesidades presupuestarias. Lo que sí resulta lamentable en esta ocasión, es que una institución con una clara conciencia ambiental como es la Armada, está en vías de perder una magnífica oportunidad de hacer una contribución de alcances históricos a la ciudad de Viña del Mar, preservando ese importante y estratégico terreno como un pulmón verde en un sector costero de la ciudad acosado y maltratado sin descanso por la industria inmobiliaria. No está de más recordar que a pocos kilómetros se ubicaban las dunas de Con-Con, montañas de arena que poseían un ecosistema único formado durante millones de años, pero destruidas a vista y paciencia de las autoridades, precisamente por la actividad inmobiliaria.
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La decisión de vender el referido terreno, que de concretarse probablemente caerá en manos de inversionistas inmobiliarios, resulta particularmente lamentable en momentos en que a nivel mundial surge una creciente conciencia acerca de la imperiosa necesidad de proteger la biodiversidad urbana.
La biodiversidad es importante por muchas razones de diversa índole: ambiental, económica, cultural, emocional y ética. Ofrece un conjunto de servicios y funciones ambientales útiles que incluyen la provisión de hábitat de flora y fauna, suelos fértiles, aire limpio, agua pura, entre otros. Contribuye al bienestar humano, físico, espiritual, y forma parte del patrimonio natural y cultural de cada territorio. Por lo tanto, la humanidad tiene el deber moral de preservar sus valores y beneficios para que las generaciones presentes y futuras puedan disfrutarlos. La pérdida de especies en un determinado territorio es un perjuicio colectivo que empobrece la diversidad biológica del planeta. Por ello, la fauna y la flora autóctonas de cada lugar constituyen un bien único que debe valorarse, protegerse y enriquecerse, como también los hábitats y los ambientes que alojan las diferentes especies.
En la actualidad, por primera vez en la historia de la humanidad más del 50% de la población humana global habita en núcleos urbanos. Por ello, las ciudades son cada vez más reconocidas por su papel en la protección de ecosistemas diversos. A modo de ejemplo, más del 50 por ciento de las especies florales de Bélgica se encuentran en la ciudad de Bruselas, mientras que el 65 por ciento de las especies de aves de Polonia habitan en la ciudad de Varsovia.
Los espacios verdes urbanos realizan importantes servicios a los ecosistemas, como el filtrado de polvo, que absorbe el dióxido de carbono del aire y mejora la calidad del aire. Investigaciones realizadas en el Reino Unido indican que un aumento de un 10 por ciento en la cubierta en la copa de los árboles en las ciudades puede resultar en una disminución de 3 a 4 °C en la temperatura ambiente, reduciendo así la energía utilizada en el aire acondicionado.
Las zonas verdes de las ciudades pueden reducir el impacto de las zonas urbanas, al preservar o crear cinturones verdes y mantener corredores biológicos aptos para diversas especies a través del tejido urbano. Consecuentemente, la organización de las ciudades no puede hacerse pensando que sólo las personas utilizan y habitan ese espacio, ya que una serie de especies animales y vegetales conviven en ellos.
De concretarse la enajenación de este espacio, la ciudad de Viña del Mar habrá perdido un valioso patrimonio natural, susceptible de enriquecerse naturalmente, a costa del enriquecimiento económico de los conocidos de siempre, a los cuales desde luego no les interesa construir mejores ciudades, sino simplemente construir edificios. Si cabe alguna duda, basta ver las barbaridades urbanas perpetradas en el sector costero entre Reñaca y Con Con.
Para nadie es desconocido el compromiso de la Armada de Chile con el cuidado y protección del medio ambiente. Prueba de ello es su activa y permanente tarea de control y protección del borde costero a lo largo del territorio nacional; su responsabilidad en la preservación del medio ambiente acuático; la permanente actividad fiscalizadora a los centros de cultivo de la industria salmonera del sur del país, o su compromiso y decisivo rol en la protección medioambiental de la Antártica, por nombrar solo algunas de las tareas que, con genuina vocación y entrega, desarrolla en este ámbito. Precisamente por ello, es que no perdemos las esperanzas de que en definitiva en esta ocasión prime el buen criterio.