Nuevas construcciones invaden sin respeto cerros y montañas en el sector oriente de nuestra capital. Tampoco se libran fértiles terrenos de gran productividad agrícola en Buin y Paine. En Santiago poniente, los parques brillan por su ausencia. Pasando por encima del más mínimo sentido estético y de los naturales flujos y cauces de agua, las inmobiliarias de distintos orígenes enlazadas con conocidas empresas constructoras, afean la ciudad.
La codicia no tiene límites, pues existiendo quienes compren un lujoso departamento, una casa con buena vista, o una sencilla casa en algún loteo, no hay quien se oponga o sea capaz de oponerse a la destrucción de lindos cerros que rodean los valles precordilleranos y de nuestros valles productivos. El Cajón del Maipo se ha llenado de casuchas feas en los costados del camino principal y el Arrayán ya no tiene el encanto de hace poco. En Los Trapenses, comuna de Lo Barnechea, ya se perdió la racionalidad, pues en las laderas del majestuoso cerro Manquehue, las nuevas construcciones se empinan sin restricción dando una bofetada al sentido común. También esto sucede en Vitacura, donde la subida Santa Teresita ha sido invadida por departamentos con accesos laberínticos. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Lamentablemente, nadie se atreve. Autoridades y directores de Obras sucumben ante lobistas y asesores, que con viveza criolla “engrupen” a quien se ponga en el camino. Esto pasa no solo en Castro o en Puerto Varas, con las ya conocidas barbaridades urbanísticas. Esto sucede cada día, en medio de donde viven los habitantes supuestamente más educados del país.
¿Cuándo llegará la mesura a las constructoras, para que no se edifique cualquier cosa y en cualquier parte? ¿Llegará el día en que arquitectos y constructores dejen de seducirse por el dinero y defiendan lo que estudiaron? Ojalá se impregne una mayor dosis de prudencia en algunos empresarios, que cuales ciegos revolucionarios se acoplan al dicho de que “el fin justifica los medios”. En países desarrollados, las normas de respeto por el entorno se cumplen a fuego. No es posible que se generen asociaciones de profesionales, para cambiar usos de suelo sin mediar externalidades. ¿Dónde están los nuevos parques? ¿A quién realmente le interesa que en medio de un nuevo loteo haya un jardín bonito, donde los niños puedan jugar y los adultos mayores caminar? Falta sentido común, mayor compromiso con la ciudad, el deporte, el aire limpio y el prójimo. Ciertamente saldrán detractores de esta columna, la mayoría en medio de un proceso de “aprobación”.
Nadie puede estar en contra del progreso, pero este debe ser culto, con visión de largo plazo, con respeto por la naturaleza y las generaciones que vendrán. Tenemos un país maravilloso y con espacios disponibles por todos lados. Nada puede justificar apiñarse en los cerros para unos pocos tener vista, o dejar improductivos para siempre terrenos agrícolas de calidad. Ojalá el consumidor chileno se refine y se acerque más al buen gusto de las obras respetuosas del entorno. A los empresarios inmobiliarios y de la construcción, un llamado a que antes de ir adelante con proyectos irracionales, aporten profesionalismo a las decisiones. La forma y el fondo importan y debemos respetarlos. Dios nos regaló montañas y valles fértiles de ensueño, no los destruyamos para tener “vista” o para ganarnos un extra, cuando hay extensos territorios de secano hacia el norte de Santiago que esperan desarrollo, sin dañar el entorno. Todos somos responsables de que la ciudad crezca de manera más humana y racional. Al final, de nosotros depende.
*El autor es ingeniero comercial de la Universidad de Chile (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.).