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"El área verde ribereña que, con justa razón, defienden los vecinos, fue materializada por la Municipalidad de Vitacura antes y mientras se construían los proyectos inmobiliarios de las constructoras Simonetti y Viviendas 2.000, con aportes monetarios de sus titulares y –¡oh sorpresa!– los terrenos en donde se emplazan estas edificaciones conformaban el Parque Lo Gallo, desaparecido de la faz de la tierra".
A la luz de la controversia que existe entre Raúl Torrealba, alcalde de Vitacura, y sus asesores que promueven un Plan Maestro Vial, por un lado, y los vecinos que residen en edificios localizados enfrente del denominado Parque Lo Gallo, también conocido como Parque Monseñor Escrivá de Balaguer, área verde ribereña del río Mapocho con una extensión de casi 2 kilómetros entre las calles Padre Hurtado y La Aurora, por otro lado, es indispensable que los lectores conozcan la columna publicada hace 9 años en este medio de prensa, porque allí se describen situaciones muy grotescas respecto de la desaparición de 3 parques públicos en la comuna de Vitacura y uno de ellos se llamaba Parque Lo Gallo.
El vocero de los asesores viales contratados por Torrealba aduce que no es problema disminuir una cierta porción del aludido parque, porque la Avenida Costanera Sur, así se llama el eventual ensanche de la vía que significaría reducir el área verde, está planificada en el Plan Regulador Intercomunal de Santiago (PRIS), criterio que no comparten por razones de fondo, entre otros, los conocidos ingenieros de transporte Juan de Dios Ortúzar y Francisco Frésard.
Recordemos que en el año 1982 hubo una crecida de proporciones en el río Mapocho y quien escribe estas líneas tuvo que ser evacuado con su familia por un helicóptero del Ejército desde la vivienda unifamiliar en la cual residía: ello por las avalanchas de agua que corrían por las calles aledañas al río. Después de la catástrofe, con fondos públicos del MOP, se instalaron defensas de gaviones, reduciéndose ostensiblemente la caja del río, y muchos propietarios de predios situados en las inmediaciones del torrente, dado que nadie fiscalizaba, optaron por “correr la pandereta” para ampliar sus terrenos en el álveo del mismo, asunto que se describe en el artículo “Controversia judicial sobre el cauce del río Mapocho”, escrito por el abogado e historiador Gonzalo Vial (Q.E.P.D.), cuando ejercía como consejero del CDE.
El área verde ribereña que, con justa razón, defienden los vecinos que habitan en los edificios que enfrentan ese parque, fue materializada por la Municipalidad de Vitacura antes y mientras se construían los proyectos inmobiliarios de las constructoras Simonetti y Viviendas 2.000, con aportes monetarios de sus titulares y –¡oh sorpresa!– los terrenos en donde se emplazan estas edificaciones conformaban el Parque Lo Gallo, desaparecido de la faz de la tierra. En todo caso, digamos que las ventas de los innumerables departamentos de esos edificios fueron posibles gracias a la consolidación de lo que quedaba del parque.
Sostenemos que los vecinos que están en contra de Torrealba y sus adeptos han incorporado en sus patrimonios la vista que tienen hacia esa área verde, la que, como lo dijimos, el municipio desea disminuir para ensanchar la vía colindante y así permitir los futuros flujos vehiculares que demandan una serie de proyectos inmobiliarios en altura que están en compás de espera. La solución sustentable, aunque un tanto más onerosa, es ejecutar la obra vial en trinchera bajo el parque y quienes deberán decidir la controversia son el MOP, el Minvu y la propia Municipalidad de Vitacura.
Veremos si la institucionalidad en esta ocasión opta por preservar lo poco que queda del área verde Parque Lo Gallo, a sabiendas que estas tipologías no son del agrado de quienes lucran a destajo con la explotación del recurso suelo.