22 Octubre 2013

Nuevas pillerías denunciadas al SII

Columna de opinión de Patricio Herman, hoy 22 de octubre en el portal Quinto Poder. 

Una vez al año el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu), a través de su titular, emite resoluciones exentas dirigidas, entre otros, a todos los Directores de Obras Municipales que hay en el país, como también a los 15 Secretarios Regionales Ministeriales (Seremis) de ese ministerio y a los 15 Directores del Servicio de Vivienda y Urbanización (Serviu), dándoles a conocer los costos unitarios por metro cuadrado de construcción que se deben consultar en la confección de los presupuestos de obras sobre los cuales se aplican los derechos municipales que los titulares de los proyectos deben pagar para la obtención de los permisos de edificación. Los titulares de los proyectos deben pagar a las municipalidades el 1,5% del monto total de cada presupuesto y de este importe resultante se rebajan el 30% por los presuntos pagos que ellos le hacen a los arquitectos revisores independientes.

El Minvu, en su documento oficial, es muy ordenado para clasificar las tablas correspondientes a las distintas calidades de los materiales utilizados, pero como prácticamente nadie fiscaliza que los cálculos de las clasificaciones elaboradas por los propios interesados sean los verdaderos, se ha configurado la industria de la mentira para que los actores del mercado paguen menos dinero a las municipalidades, con lo cual esa trabajosa resolución ministerial es letra muerta. Con esta picardía chilensis, los perdedores netos por esos menores ingresos monetarios son las 345 municipalidades existentes.

Esta engañosa práctica fue denunciada años atrás por el doctor Hugo Unda cuando ejercía el cargo de concejal de Las Condes. Hizo un acabado estudio en los permisos de edificación cursados durante un período determinado para cuantificar las mermas económicas que sufría esa municipalidad con la “errónea” clasificación, llegando a guarismos escandalosos, situación que lo motivó a hacer las denuncias respectivas en la Comisión de Vivienda de la Cámara de Diputados, en la Contraloría General de la República y en el 32º Juzgado del Crimen de Santiago, cuyo juez le solicitó a la Policía de Investigaciones (PDI) que indagara.

La Brigada Investigadora de Delitos Económicos de la PDI tomó las declaraciones del denunciante y de testigos y con la abundante documentación obtenida llegó al siguiente resultado, trasladado al mencionado juzgado: ”estas irregularidades consisten en que diferentes empresas construyeron diferentes edificaciones cancelando y clasificando el permiso de edificación B-3, cuando estos edificios debieran haber sido clasificados como B-1 o B-2. Esto debido a la mala clasificación que realizaron algunos funcionarios de la Dirección de Obras Municipal, lo que permitió el pago erróneo de los permisos, produciendo un déficit en esa municipalidad”.

Pero nadie hizo nada para evitar la repetición de esa burla institucionalizada y por este motivo volvemos a la carga.

Ahora bien, existen los revisores independientes de obras de construcción, figura creada hace unos quince años, para que asistan técnicamente al sector inmobiliario en la consecución de los permisos que requieren sus mandantes. Hay un registro de estos revisores en el Minvu y hay tres categorías de los mismos en los cuales se revelan sus capacidades técnicas y experiencia.

Para inscribirse en la primera categoría de tal registro, es necesario estar constituido como persona jurídica y acreditar que entre los socios, directores o administradores, se cuenta con un mínimo de dos profesionales que posean título profesional de arquitecto, ingeniero civil, ingeniero constructor o constructor civil, de los cuales uno debe ser arquitecto, sin desmedro de cumplir otras condiciones. Los revisores de tercera categoría sólo podrán trabajar en obras de menos de 2.500 m2, los de segunda categoría podrán inspeccionar trabajos que no superen los 5.000 m2 y los revisores de primera categoría podrán encargarse de todo tipo de obras.

Los de primera categoría intervienen obligatoriamente en los proyectos de uso público y sus opiniones se reflejan en informes técnicos por los cuales los titulares de los proyectos les debieran pagar el 30% del monto resultante de los derechos municipales por la calidad de la construcción.

Como la oferta de estos profesionales excede la demanda, la experiencia indica que hay reducciones en las tarifas convenidas, las que obviamente no se reflejan en las deducciones fijadas en los permisos de edificación: en promedio el mercado les paga a estos revisores porcentajes que fluctúan entre el 5% y el 20% de los derechos municipales, dependiendo del monto de la inversión y de cuán engorroso es cada proyecto.

Siendo así, cada actor inmobiliario titular de proyecto rebaja automáticamente ese 30% del importe del derecho municipal, enterando por lo tanto ese privado en las arcas municipales una menor suma de dinero, sin que nadie constate que se le haya pagado efectivamente al revisor independiente la suma rebajada.

A modo de ejemplo, en una torre de oficinas que tiene un presupuesto de 40 millones de dólares por calidad B-1 de la construcción, el monto a pagar al municipio debería ser 600 mil dólares (1,5%) y si esa empresa le pagara efectivamente el 30% al revisor independiente, se puede rebajar 180 mil dólares, con lo cual finalmente entera en el municipio la suma de 420 mil dólares, lo que en la práctica no sucede, tal como lo dijimos anteriormente.

Con esta tolerada e insana práctica, unida a la subclasificación de la calidad de la construcción, guarismo convalidado por los revisores independientes, se concluye que son muchos millones de dólares los “ahorrados” por los particulares que se desenvuelven en este tipo de negocios. Qué ese “ahorro” signifique menoscabo para el Estado, a ninguno de aquellos que ejercen el poder político pareciera interesarle.

Lo que estamos relatando se lo informamos a la Asociación Chilena de Municipalidades y a la Comisión de Vivienda de la Cámara de Diputados. La primera, a través de su Director Jurídico, mostró preocupación y los diputados, posiblemente porque sus prioridades son las reelecciones, olímpicamente optaron por mirar para el lado.

Pero el miércoles 16 de octubre pasado, con el ex concejal Unda y con un arquitecto revisor independiente, nos reunimos con Alejandro Burr, Director Nacional del Servicio de Impuestos Internos (SII), quien nos recibió con sus colaboradores inmediatos expertos en la materia. Les explicamos detalladamente cómo opera el sistema en boga, entregándoles copias de los documentos ad hoc y por las estipuladas competencias técnicas y administrativas que tiene ese servicio, ellos no se comprometieron a ejercer funciones fiscalizadoras hasta que resuelvan si la ley les permite actuar.

La reunión fue muy grata y al terminar le manifestamos a al Director que en Chile no es necesaria una reforma tributaria, si el Estado: 1) termina con las innumerables e injustificadas franquicias y subsidios a ciertos influyentes sectores económicos; 2) acaba con la renta presunta para otros tantos sectores; y 3) se reduce drásticamente la evasión y se impide con voluntad política la elusión.

Las dos frescuras relatadas en el ámbito municipal son demostrativas de la impudicia que se observa, la cual conduce al Far West imperante y, una vez más, con majadería afirmamos que el sistema de libre mercado podría funcionar si la estructura del Estado se pone al nivel de los países del primer mundo, algo muy difícil pero no imposible.

Ojalá que el SII tome cartas en el asunto para finalizar con la impunidad existente. Si ello sucede, las tesorerías de todas las municipalidades del país recibirán los auténticos fondos que les corresponden, por lo tanto aumentando sus presupuestos y las constructoras e inmobiliarias rebajarán de sus derechos municipales las sumas efectivamente pagadas a los revisores independientes.

Fuente: http://www.elquintopoder.cl/ciudad/nuevas-pillerias-denunciadas-al-sii/



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