David Harvey es, no cabe duda, el geógrafo del capitalismo. Por supuesto, es marxista. Nacido en Gillingham, Inglaterra, en 1935, ha sido profesor de universidades como la Johns Hopkins, Oxford y, en la actualidad, la City University de New York. No era, recuerda con una sonrisa, un joven radical. Comenzó a leer a Marx a los 35 para poder interpretar mejor lo que estudiaba como geógrafo. Libros como Los límites del capital (Akal), de 1982, fueron una guía para entender los turbulentos paisajes del capitalismo moderno y mostraron que el análisis de la dinámica de la urbanización permitía comprender lo que sucedía en la abstrusa macroeconomía. Harvey, convertido en referente de la izquierda, ha visitado Barcelona para hablar en el Macba de un libro dedicado a su obra: David Harvey. La lógica geográfica del capitalismo (Icaria), editado por Núria Benach y Abel Albet.
La desposesión de lo común “Educación, vivienda, cosas que deberían ser derechos se convierten en mercancías”
Afirma que desde los ochenta las teorías de Marx se han vuelto cada vez más útiles para interpretar el mundo. ¿Por qué?
La teoría de Marx parte de la visión utópica de los padres de la economía clásica, de Adam Smith y David Ricardo, cuyo argumento básico era: deja que los mercados hagan su trabajo y el mundo será mucho mejor. Así que analizó las cosas pensando en un mercado perfecto. Pero cuando empecé a leer a Marx en los setenta llevábamos dos décadas de amplia intervención del Estado en la economía. No era un mercado perfecto para nada, en el Reino Unido mucha de la vivienda era social. En los ochenta llegaron Thatcher y Reagan y dijeron que el Estado tenía que sacar sus manos de todo. Thatcher privatiza vivienda social y nos vamos sometiendo cada vez más a la disciplina del mercado. Las teorías marxistas se hacen aún más significativas porque se crea algo cercano al mercado libre. Cuanto más mercado teníamos, más era necesario ponerse a leer El capital. Hemos vuelto al siglo XIX que analizaba Marx.
Cuando habla del capitalismo actual dice que ha mutado: antes trataba de la acumulación, ahora de la desposesión de lo común.
Ha habido un amplio abanico de cambios. El Estado se ha reorientado, ha pasado de ser responsable del bienestar de la población como un todo a ser responsable del bienestar de las corporaciones capitalistas. Es un curioso socialismo empresarial en el que el Estado subsidia a las corporaciones para instalar trabajos en su ciudad, recursos que se retiran de la educación, la vivienda. Además, el capital produce continuamente excedentes que necesitan ser empleados para producir más excedentes. Así que deben definirse nuevos campos para la acumulación. Cuando la vivienda se convierte en un campo donde el gran capital puede circular realmente, entra y organiza sus mercados, también entra en la educación y la universidad, que comienzan a ser una mercancía. Cosas que deberían ser derechos se han convertido en mercancías.
¿Cómo este cambio de sistema ha cambiado las ciudades?
Hay muchas versiones. En los estados del Golfo es loco. En una región donde la mayoría de la población está desesperada por ayuda económica construyen grandes ciudades que no significan nada aparte de consumo espectacular. Estamos de manera creciente construyendo ciudades para que la gente invierta en vez de ciudades para que la gente viva y la calidad de la vida en ellas declina, a menos que seas ultrarrico. Muchos edificios de Nueva York se quedan vacíos, muchos inversores son chinos que compran hasta que las cosas vayan mejor en China. Camine por la noche y vea cuántas luces hay.
¿Qué pueden hacer las ciu-dades?
Debe haber una tasa para viviendas desocupadas, aunque quizá muchos hallarán maneras de demostrar que vive el cuidador del edificio y un gato. Pero hay vías impositivas para tasar a la gente que usa la vivienda sólo como una fuente de inversión y ahorro en vez de como un espacio de vida. Otra de las cosas que suceden en Barcelona y Nueva York es que muchos pisos se convierten en Airbnb y eso tampoco ayuda a la calidad de la vida comunitaria, más bien la destruye.
¿Se pueden cambiar esas dinámicas en un mundo donde las grandes ciudades son el principal centro del sistema?
Creo en la importancia del poder de los movimientos políticos a nivel municipal. Pero en este momento no tenemos una idea clara de cómo usar ese poder. La experiencia de la administración de Colau es importante para ver las posibilidades y los límites de un proyecto político municipal. Las ciudades tienen mucho potencial para lidiar con temas como la provisión de vivienda y que sea asequible. Pero no tienen suficiente poder. En EE.UU. están limitadas por los Estados, que tienen el poder impositivo y pueden inhibir su capacidad de respuesta. Dónde radica el poder, cómo se distribuye entre los diferentes niveles, nacional, local, distrito, es muy importante y hará falta mucha experimentación para tener ideas más claras.
Será complicado ante la dinámica global de concentración de la población en megaciudades.
Hoy hay un desequilibrio entre los centros metropolitanos y las áreas rurales, que han sido socavadas por la industrialización de la agricultura. Tienen menos oportunidades de empleo. Y de educación. Su hospital puede estar a 70 kilómetros. Así que se concentra todo en grandes urbes cuya política es muy diferente a la de las zonas rurales, que en muchos lugares han sido el centro de la reacción populista de derechas.
¿Ese desequilibrio ha llevado a la ola populista?
Su papel es muy importante. No el único. El otro problema es que el neoliberalismo tras el 2007 perdió su legitimidad. Había gente a la que en los noventa les gustaba su juego, el emprendimiento, el progreso personal. Hubo muchas cosas buenas en la era neoliberal, más atención a los derechos de los gays, muchas feministas pudieron usarlo en su beneficio, había una base de apoyo popular. Pero estalló y no ha sido reestablecida. La política neoliberal continúa, pero sin legitimidad. Así que ahora está en alianza con gobiernos autoritarios, populistas de derecha. Lo primero que hizo el actual presidente de Brasil fue nombrar un ministro de Finanzas que hiciera lo que Pinochet en Chile en su inicio: liberalización total. La política real de Trump es de desregulación en todo. Así que tenemos una política neoliberal aplicada a través de la derecha populista y creo que veremos una reacción contra eso, porque no van a ser capaces de cumplir gran cosa en forma de mejoras económicas y políticas.
¿El populismo nacido de las consecuencias del neoliberalismo ahora es su muleta?
Sí. Lo más sorprendente es que no ha habido demasiado nuevo pensamiento surgido de la crisis del 2008. Los economistas no saben qué decir. No tienen un programa alternativo para salir del estancamiento.