Más específica es María Luisa Cifuentes, Directora de Obras Municipales de la Ilustre Municipalidad de Castro, quien en declaraciones a La Tercera señala que “si se elimina lo que está sobreconstruido y sobrepasado se produce menos impacto. Esperamos que el propietario entienda que con todo lo que ha generado esto, él podría aportar poniéndole un valor agregado al proyecto y haciéndolo más típico de acá o modificar algún aspecto, porque no está terminado.” Después de todo, a cualquiera le pudo haber pasado el haber construido tres pisos de más, y por ello la falta de apego a la ley se puede solucionar con un poco de buena voluntad.
¿Y qué dice el señor propietario? De acuerdo a las palabras de Marcelo Moreno, gerente general del grupo Pasmar (seguramente por aquello de dejar pasmado) recogidas por El Mercurio, “las fotos que circulan del proyecto son de un edificio en construcción que no tiene nada que ver con cómo será realmente el mall, el cual tendría un diseño acorde al entorno.” Remata diciendo que “nadie puede opinar de la fachada, ya que nadie, de los que opinan, la conoce”. En otras palabras, el problema no es que el volumen sea grande, sino que la falta de una fachada definitiva hace que el contexto se vea más pequeño. Nada de qué preocuparse, más aun cuando Ignacio Vicuña, arquitecto de la obra, en su momento indicó que “el inmueble respetará la arquitectura de la zona, por lo que se incorporará madera en la fachada y tendrá grandes ventanales hacia la bahía donde se aprovechará la luz natural de manera de poder ser eficiente”, tal como lo señala en La Tercera en su edición del 9 de mayo de 2010, casi dos años antes que empezara una controversia tan insustancial en boca de sus protagonistas. La nota concluye con palabras tranquilizadoras: “(el proyecto) quiere rescatar la imagen de la isla, sus costumbres y su gente”.
¡Que tiemblen los bosques de alerce de la zona!, que todo el problema se arregla con un lanchón cargado de tejuelas, aunque también se pueden usar unas de PVC, que son más baratas y ecológicas. No nos extrañemos si en las próximas semanas la fachada aparece revestida a la manera de un Caleuche varado del cual sale una torre igualita a la de la iglesia de Chonchi. Súmele algunas planchas de zinc por aquí, una gran cocina a leña por allá, ofrezca unos McChapaleleles en el McDonald´s de turno, y ponga una versión chill out del Gorro de Lana a volumen moderado, que nadie notará la diferencia entre el mall de Castro y el mercado de Dalcahue. Crear un nuevo patrimonio tomando prestado un poco de lo existente, de eso se trata la cosa. ¿Para qué meterse en caminos siempre embarrados, para qué esperar lentas barcazas, cuando se puede tener a todo Chiloé en 33 mil metros cuadrados confortablemente climatizados? Un poco de paciencia con el señor inmobiliario, que bien disfrazados los tres pisos extra pasan colados, lo mismo que la desaparición del comercio minorista, la vista de la catedral y la vida a nivel de la calle.
El lobo a cargo del gallinero patrimonial, sigo creyendo que la mejor manera de honrar la cultura del lugar es organizando una minga monumental con miles de yuntas de bueyes que arrastren el coloso a un lugar donde nadie lo vea, en lo posible al interior de un profundo hoyo de curanto. Nalcas hay de sobra para taparlo.
Palabras al cierre
El asunto es bastante sencillo. Cualquier obra que no cumple con lo establecido por la normativa urbana vigente debe ser demolida. No hay mucha vuelta que darle.