22 Junio 2010

Arquitecto recuerda la épica chilena de las viviendas sociales

Ramón Delpiano está empecinado en que las nuevas generaciones sepan que Chile fue pionero en el tema habitacional. Pero además de los éxitos, revisa sus fracasos. "Es la única manera de aprender", dice. El Mercurio 22 de junio 2010.

Romina de la Sotta Donoso "Es cierto que este libro aporta unas 25 obras que corresponden a arquitectura exitosa, pero también están todos los numerosos fracasos que hemos vivido", confiesa el renombrado arquitecto Ramón Delpiano (75). "Este libro pretende darle voluntad de vencer al que está siendo combatido. A aquél que quiera innovar, cosa a la cual siempre es adverso todo el ambiente social". Se refiere a "Vida & Espacio" (140 páginas, Instituto Río Colorado), volumen rico en fotografías, planos y maquetas que recorre sus experiencias más significativas como arquitecto, y también por las revueltas estudiantiles que exigieron a las escuelas de arquitectura un aggiornamiento , y que lograron que a las ya añejas Beaux Arts las reemplazara la Bauhaus. Con ello quedaría marcado a fuego el rol práctico que la arquitectura debía desempeñar en la forma real en que la sociedad habita. Él mismo se convertiría en protagonista de una de las mayores hazañas de nuestra historia, cuando Chile fue pionero al proponer viviendas sociales para reducir el gran déficit habitacional que sufría. "20 de las 25 ciudades más grandes del mundo están en el Tercer Mundo, y eso obedece a la invasión rural que partió a fines del siglo XIX. Muchos centenares de miles de personas se encontraron en un entorno urbano que no entendían ni conocían, y finalmente necesitaron el apoyo del Estado". Y aquí viene el orgullo del arquitecto: "Chile fue pionero. En los 30, el Estado sintió que tenía una obligación de darle techo a esta masa rural, y lo siguió creyendo hasta 1978, cuando se desliga del tema y se lo entrega a los privados. Sin embargo, en los primeros años no percibe cómo lo va a hacer ni de dónde va a sacar el dinero. Por eso hablo de un período heroico". En este proceso, que fue de ensayo -"de acierto-error", dice-, se fueron eliminando muchos caminos que no llevaban a ningún lugar. "Por ejemplo, el Estado empezó a comprar m2 de casa eficiente, con dormitorios donde no sólo cupieran las camas, sino que también pudieran hacerse". Él fue uno de los arquitectos que se confabularon con el Estado para idear nuevas estrategias. Y así llegaron en 1968 a desarrollar un exitoso piloto de autofabricación de viviendas en terrenos de la firma Gildemeister en Antofagasta, para 300 familias. "Con el paso de los años, advertimos que si un diseño era suficientemente sencillo, se podían convertir las empresas constructoras en grandes talleres populares. Las familias tenían una nula disponibilidad de dinero; el único capital que tenían eran sus manos. Simplificamos los procesos constructivos hasta que eran tan sencillos que los propios pobladores podían hacerse cargo. O sea, autofabricar sus casas. Fue una novedad completa. Muchos de ellos, durante el día vendían Súper 8, pero después de hacer 200 ventanas, por ejemplo, se daban cuenta de que ya eran maestros carpinteros". En el impresionante "Plan 20.000/70" se construirían 20 mil viviendas sociales a través de la autofabricación. Pero sólo alcanzaron a hacer 3.000. "Ese plan duró muy pocos años, porque dependía de una voluntad política, y nosotros fracasamos rotundamente en eso en Chile, Perú y Venezuela". Un fracaso relativo, por supuesto. Varias publicaciones internacionales destacaron el proyecto, pues cada una de sus viviendas, de 36 m2, costaba lo mismo que valía entonces un solo m2 en EE.UU. Y los ejemplos siguen en pie: hay una decena de conjuntos, entre ellos en El Cortijo y en la cooperativa de trabajadores de La Reina, además de Antofagasta. "No les pasó nada con el terremoto. Acabo de visitar un consultorio en Ñuñoa, contiguo a la Villa Olímpica, y no tiene una grieta. Lo hicimos con este sistema que desarrollamos para hacer vivienda social".



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