17 Marzo 2012

Se sostiene Pereira

La compra del emblemático palacio emplazado en el centro de Santiago por parte del gobierno viene a poner fin a un conflicto de varias décadas. La idea es instalar allí la Dibam y el Consejo de Monumentos Nacionales, para lo cual se contempla un inversión de más de 6 mil millones de pesos. Capital.cl 16 marzo 2012.

Podría ser el ejemplo más claro del recurrente conflicto entre mantener el patrimonio o levantar allí algo nuevo y mucho más rentable. Hablamos del palacio Pereira, esa enorme y lujosa construcción –hoy a punto de caerse– emplazada en el centro de Santiago, que Luis Pereira mandó a construir al arquitecto Lucien Ambroise Hénaul, en 1872.

De esta historia –que hasta hace poco era una disputa que parecía no tener vuelta–, han entrado y salido diversos actores: el gobierno, que a través del Consejo de Monumentos Nacionales buscó proteger el patrimonio nacional; el empresario inmobiliario Raúl del Río, que defendía su derecho a construir en un terreno que había adquirido, y la ciudadanía, que nunca quedó indiferente a la idea de que un palacio neoclásico de tal envergadura quedara a merced del deterioro producido por el paso del tiempo, incluidos terremotos, moradores de dudosa calaña y un sinfín de robos difícilmente cuantificables.

Pero la buena noticia vino prácticamente con las 12 campanadas que avisaron el inicio del 2012. El gobierno, a través de Bienes Nacionales, se decidió finalmente a comprar el palacio a Raúl del Río para recuperar y albergar en su interior a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) y al Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). Con ese episodio se puso fin a más de 30 años de una pugna en que, a través de cartas, reportajes y otros manifiestos, la gente insistía en seguir reconociendo a este inmueble como un lugar que a través de su presencia habla de la historia de la ciudad.

Años de desventuras

Terminada su construcción en 1874, la familia del senador Pereira se instaló en la enorme casona de 2.100 metros construidos en dos pisos, en la cual había por lo menos 12 salones –todos tapizados en seda– a los cuales se llegaba a través de una imponente galería con forma de cruz latina, hecha con distintos tipos de mármol y parqué importado. Tras la muerte del parlamentario, en 1909, su viuda, Carolina Íñiguez, se quedó con el palacio hasta el año 32, cuando ella murió. Desde entonces, la elegancia se acabó allí dentro, dando paso a una y otra destrucción.

La primera institución en quedarse con el inmueble fue el arzobispado de Santiago, que al poco tiempo tuvo la mala idea de arrendárselo al ministerio de Educación que, a su vez, lo destinó como sede del Liceo de Niñas N° 3. Eso, hasta el 68, pues un par de años después –durante el gobierno de la Unidad Popular– fue ocupado por estudiantes y luego desalojado por los militares que buscaban armas escondidas.

Tras esta serie de desventuras que albergó durante décadas, el palacio volvió en 1981 a manos privadas: el empresario inmobiliario Raúl del Río Alfaro adquirió la histórica casona para construir en su terreno nada menos que un edificio. Pero a poco andar el proyecto que Del Río tenía en mente, sufrió un duro revés: fue declarado monumento histórico, con lo cual el empresario quedó imposibilitado de concretar su negocio. A pesar de ello –según su versión–, intentó restaurarlo con recursos propios, hasta que el terremoto del 85 llegó a sacudirlo todo.

El movimiento dejó la estructura a muy mal traer, y mientras Del Río emprendía una cruzada judicial para poder llevar a cabo su idea. El último proyecto, presentado en la década de los 90, mantenía la fachada, pero desde su interior se elevaba una torre de 22 pisos. Y si bien logró ser aprobado por el Consejo de Monumentos Nacionales y la Contraloría autorizó su construcción en tres dictámenes, el destino volvió a impedir que se echara abajo. Un grupo de personas naturales que se oponían, más un entuerto de instancias administrativas hicieron que finalmente el proyecto comercial se detuviera para siempre. De ahí, la mansión quedó librada a su suerte. Y así, tras los tira y afloja, el palacio se apronta a vivir una nueva etapa de su historia.

No se mide en dinero
Para Patricio Herman, emblemático dirigente de fundación Defendamos la Ciudad, “el palacio tiene un valor inconmensurable que hay que preservar ante todo evento. Esto no se mide en dinero, se trata de mantener un monumento que le da impronta a Santiago”.

Una idea parecida es la que tiene Magdalena Krebs, jefa de la Dibam y vicepresidenta ejecutiva del Consejo de Monumentos Nacionales: “la compra ha generado alegría en la ciudadanía. Esta mansión estuvo a punto de ser demolida y hubiese sido una lástima que una edificación de esta categoría en el centro de Santiago desapareciera. Hoy, el proyecto existe sólo de manera volumétrica: comprende una torre de 4 pisos, un auditorio, etc. Lo importante es que se mantiene lo existente y se agrega una nueva estructura contemporánea en un espacio que se perdió en el tiempo”.

Las bases para el concurso público deberían estar listas el segundo semestre, luego de que se realicen un levantamiento de daños, levantamiento estructural y estudios arqueológicos.

Elevación del palacio Pereira
Existe un pensamiento volumétrico de lo que se quiere. Será responsabilidad de cada oficina participante del concurso otorgar carácter a estos espacios. Por un lado, rescatar lo que queda de lo original y, por otro, realizar un edificio contemporáneo en el lugar donde se ha perdido todo.

Programación de la inversión
2011 Para la adquisición del palacio Pereira M$ 1.179.000
2012 Para diseño de arquitectura e ingeniería de las obras de remodelación y ampliación, y para gastos administrativos. M$ 445.613
2013 Para ejecución de las obras de remodelación y ampliación, la construcción del auditorio subterráneo, y la habilitación del patio interior. M$ 3.786.000
2014 Para la adquisición del equipamiento del palacio restaurado y del edificio nuevo. M$ 698.000

Por Vivian Berdicheski S.



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