04 Septiembre 2010

¿Cuánto va a costar Tittelbaum?

Nunca está demás recordar de vez en cuando cómo se hace expansión urbana, promovida por tiernos prediófilos que sólo luchan por el bien común. Cambien los nombres y los organismos públicos y obtendrán la foto de un país vecino.

“Tengo algunas nuevas que darle- dijo Clancy con una media voz ronca y conspiratoria; y se cubrió la boca con la mano de modo que sus palabras y el olor de su cigarro llegaran sólo al señor Stoyte- ¿Recuerda Ud. a Tittelbaum?- añadió. - ¿Aquel muchacho del Departamento de Ingeniería Urbana?- Clancy cabeceó. -Uno de los muchachos- afirmó enigmáticamente, y volvió a guiñar el ojo. - Bueno y ¿qué hay de él?- preguntó el señor Stoyte. Clancy tomó del brazo al señor Stoyte y lo llevó unos pasos más allá. -¿Sabe Ud. lo que me ha dicho Tittelbaum hoy?. – Y ¿Cómo demonios lo voy a saber? Sin amilanarse, Clancy agregó. - Me ha dicho lo que han decidido acerca de- bajó la voz aún más- acerca del Valle de San Felipe. - Bien; y ¿qué es lo qué han decidido?- el señor Stoyte estaba otra vez en los límites de la paciencia. – Pues han decidido- dijo muy lentamente- poner tuberías de conducción para llevar el agua hasta él. La exasperada expresión del señor Stoyte dio lugar al fin a otra de interés. - ¿Lo bastante para irrigar todo el valle?- preguntó. - Lo bastante para irrigar todo el valle- repitió solemnemente Clancy. - ¿Cuánto tiempo tenemos?- preguntó al fin. – Tittelbaum cree que la cosa no se hará pública durante unas seis semanas aún.- ¿Seis semanas? – el señor Stoyte titubeó por un instante, luego se decidió- Está bien. Ocúpate de ello inmediatamente. Ve tú mismo y lleva algunos muchachos contigo. Compradores independientes; interesados en la cría de ganado, quieren establecer una finca elegante. Compra cuanto puedas. A propósito, ¿cuál es el precio? - Doce dólares el acre, en promedio. - Doce- repitió el señor Stoyte, y reflexionó que subiría a cien tan pronto como instalaran la primera cañería- ¿Cuántos acres calculas que podrás comprar?- preguntó. – Quizá unos treinta mil. El rostro del señor Stoyte irradió satisfacción. – Bien- dijo con animación- Muy Bien. Ni mencionar mi nombre, por supuesto- añadió, y luego, sin pausa ni transición alguna- ¿Cuánto va a costar Tittelbaum?- Clancy sonrió despectivamente. - ¡Oh, le daré cuatrocientos o quinientos dólares! - ¿Nada más?“ (Viejo muere el cisne. Aldous Huxley)



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