17 Septiembre 2010

Y todo comenzó con el cabildo abierto

Columna de opinión de Jorge Cisternas de Defendamos la Ciudad, publicada en diario La Nación el 16 de septiembre de 2010.

Columna de opinión de Jorge Cisternas de Defendamos la Ciudad, publicada en diario La Nación el 16 de septiembre de 2010. No fue un acontecimiento detonante, como la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, ni tampoco se trata de la fecha en que se declaró la Independencia, el 12 de febrero de 1818. Es, simplemente, la fecha en la cual se inició un proceso, el más significativo de nuestra historia. También es cierto que fue un acto elitista, al cual fueron convocados sólo los “vecinos más notables”, que juraron -hasta derramar la última gota de sangre- fidelidad a Fernando VII. Pero pese a todo lo señalado, creemos que este 18 de septiembre constituye la efeméride más importante a celebrar y conmemorar de nuestra generación. Podemos decir que ese día, a instancia de los vecinos “notables” de Santiago, se inició la única revolución exitosa que ha tenido Chile. “Así la llamaron los contemporáneos, sus sucesores, la primera generación de políticos e intelectuales nacida en la República, quienes pusieron allí el cénit de su historia, el nacimiento de la nación como el desenvolvimiento de la razón, el progreso, la libertad que ellos debían construir. Era el momento mítico de su propia misión”, dice la historiadora Sol Serrano en “La revolución de Chile: Una reflexion sobre 1810”, capítulo que escribió para “Cien años de luces y sombras”, publicación presentada hace poco por el ex Presidente Ricardo Lagos. En corto lapso se suceden los siguientes hechos: se manifiesta una voluntad de constituirse en ciudadanos que ejercen soberanía, porque hasta ese momento quien la ejercía, Fernando VII, había dejado de hacerlo por estar cautivo de Napoleón; el espíritu de la libertad se instaura como paradigma para reorganizar la sociedad y sobre esta base surge el debate de ideas en el plano religioso, filosófico y político, se inicia la prensa y se proclama la abolición de la esclavitud; germina en Chile un sujeto colectivo nacional, en torno a la idea de patria y en ello se asume el ancestro indígena, principalmente en el caso de Bernardo O’Higgins; se reivindica la fuente de soberanía en el pueblo en desmedro de la soberanía monárquica; se abre el debate en relación con el proyecto de sociedad al cual aspirar colectivamente; se instaura un régimen laico y republicano, plasmado en la Constitución impulsada por los independentistas; se constituye el Estado chileno, y, por supuesto, la independencia política de España, la cual se concreta con los triunfos de Chacabuco y Maipú y que es reconocida por España en 1826. Como señala Sol Serrano, “la matriz de fundación liberal que articula la primera etapa de formación de la nación moderna era esencialmente excluyente, pero con una enorme capacidad de ir cambiando sus exclusiones e incluir a quienes lograban luchar por ello”; es así como frente al orden establecido son los grandes valores de “libertad, igualdad y soberanía popular” de esta matriz, los que fundamentan las reivindicaciones de los movimientos sociales y las rebeliones políticas en los 200 años recorridos desde entonces. A su vigencia, los movimientos populares del siglo XX incorporaron la “solidaridad” y los del siglo XXI la sustentabilidad ambiental. Nuestra identidad colectiva está enraizada en una historia común, en un espacio común. Sus encuentros y desencuentros, con sus luces y sombras, han configurado el “alma de Chile”, de la cual nos habló el cardenal Raúl Silva Henríquez. No podemos dejar pasar la ocasión de conmemorar nuestro bicentenario que recién comienza sin abrir los espacios que permitan el reencuentro de todos/as, en la proyección de la mirada hacia el futuro, con la voluntad de servir al país a partir de los valores esenciales que sustentan nuestra identidad colectiva. “Ésta es una preciosa oportunidad para reflexionar y comprometernos en la construcción de la patria, tarea que nos concierne a todos”, como se señala en la propuesta que hicieron los obispos católicos en septiembre de 2005. La unidad nacional a la cual ha llamado el Presidente Sebastián Piñera no se construye con megaeventos chauvinistas y “patrióticas” campañas publicitarias del retail para que consumamos más; por ser un 18 bicentenario, la unidad será posible en la medida que dispongamos de “una mesa para todos”, donde se encuentren las experiencias y perspectivas de país, de todos los “constructores de sociedad” y también de los que han sido excluidos.



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