10 Octubre 2008

La expansión de Santiago: primer desacierto

Carta al director de Gonzalo Mardones, arquitecto UC, publicada en blogs La Segunda el 09 de octubre de 2008.

Carta al director de Gonzalo Mardones, arquitecto UC, publicada en blogs La Segunda el 09 de octubre de 2008. Señora Directora: El llamado de Marcial Echenique a extender la ciudad permite abrir un debate necesario y urgente. “Extender la ciudad para dar más espacio a la vivienda, el comercio y la empresa”, como plantea el arquitecto y profesor de Cambridge, nos llevaría a seguir cometiendo los errores de las últimas cinco décadas, que han convertido a nuestra ciudad en un horror. El crecimiento desenfrenado en extensión ha producido una ciudad sin carácter, y la mayoría de las soluciones de nuestra periferia están absolutamente ausentes de civilidad. Las consecuencias de la expansión son la principal razón de los males de nuestra ciudad: crisis de movilización colectiva; contaminación; consumo de las áreas verdes; desligación total de los sistemas urbanos; consumo de miles de hectáreas con los mejores suelos agrícolas del valle del Maipo; costos altísimos por la ampliación obligada de los servicios públicos. Estas externalidades negativas y muchas más son los resultados de una política equivocada y desbocada, producto de la falta de visión o, más bien, de una errónea mirada economicista de la ciudad. Pero no todo es tan negativo. Santiago tiene un marco natural único. Su paisaje, cerros, el valle, la imponente y sobrecogedora cordillera y los dos ríos que bajan de ella, están ahí. Sus límites geográficos siguen siendo los que deslumbraron a Pedro de Valdivia por su belleza extrema. Así, a las puertas del bicentenario y en los inicios del nuevo siglo se debe empezar a repensar Santiago. Se trata de abrir un debate positivo de cómo rescatar el río para la ciudad, cómo integrar los cerros del norte, cómo llegar a la cordillera respetándola. Tenemos que pensar en una línea conductora del proyecto arquitectónico y urbano. Cada calle, cada plaza, cada parque, cada avenida requiere de una proporción y de una precisión arquitectónica. Cada una de las construcciones debe entrecruzarse, intuyendo una relación de unos y otros edificios, a la manera de un tejido en donde cada lugar fija las condiciones espaciales: la armonía, según los griegos, no es otra cosa que la unificación de lo diverso. ¿Tienen la arquitectura y el urbanismo la capacidad de provocar emociones en nosotros, o es ésta una facultad de la literatura, la música y las artes plásticas? ¿Sentimos lo mismo al caminar por las pocas calles que quedan del Santiago histórico, que por cualquiera de las miles que hemos creado en la periferia, donde se sustituyó el plantar lechugas con el plantar casas? Por otra parte, el llamado repoblamiento de Santiago fue y pudo ser la idea más brillante de intervención urbana. Sin embargo, se llevó y se lleva a cabo con una ordenanza permisiva e insensible, que está convirtiendo un sector de la ciudad en una monstruosidad: se han elevado en el centro sur, centro poniente y centro norte cientos de edificios de departamentos rompiendo toda la escala, belleza y proporcionalidad del casco antiguo. ¿Qué ciudad culta toleraría esta máxima agresión sin vuelta atrás? Algunos argumentarán que la manera de que Santiago no muera es devolviéndole su habitabilidad. Estoy de acuerdo, pero no de esta manera, en donde se ha desgarrado todo el patrimonio urbanístico. La ciudad se construye y se define a partir del espacio público. Para pensar en una ciudad más bella debemos empezar proyectando el vacío. Nuestra ordenanza debe urgentemente cambiar en este sentido. Es necesario iniciar una operación creadora, en base a propuestas urbanas y arquitectónicas que enriquezcan la vida colectiva. Es urgente poner en la agenda de los que gobiernan y de los que aspiran a gobernar el tema de la ciudad. La arquitectura de los barrios céntricos nos presenta una ciudad con edificios tipo gigantografías que inevitablemente destruyen la escala. Dicho de otro modo, con la ordenanza de las últimas décadas se ha roto la posibilidad de la relación humanista entre calle y edificio y la relacion interior-exterior, basada en la esperanza de una ciudad coherente. Estos edificios, independiente de tener una mejor o peor resolucion arquitectónica, no son capaces de precisar ni conformar espacio urbano alguno. Esto es increíblemente sobrecogedor. Las generaciones futuras nos pasarán una cuenta impagable.



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