13 Marzo 2012

EL PRECIO DE LOS VALORES: ¿Quién defrauda a la UNESCO en Castro? ¿Nadie?

Columna de opinión del sociólogo Waldo López de Fundación Defendamos la Ciudad.

En Europa y en los Estados Unidos hace ya bastante tiempo que es empíricamente sabido que los estudios psicosociales sobre la funcionalidad inherente del territorio que dice relación con su capacidad para proporcionar una recreación cercana a lo natural, se caracteriza porque los “paisajes escénicos” provocan sensaciones espontáneas de tranquilidad, identificación, información, y bienestar. De acuerdo con la guía metodológica desde donde proviene esta aseveración, en Chile tendría que ocurrir exactamente lo mismo. (GORE Metropolitano…, 2002: 57)1 . Pero no es así, porque ignora lo enseñado y por lo que lamentablemente está sucediendo con el mall de Castro, ahora en construcción. Ahí, el “paisaje escénico” de la Iglesia de San Francisco mirado desde el frente marítimo, fue el valor cultural y económico adicional que debido a tales méritos psicosociales, afianzó que esta obra típica fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el año 2001. En ese entonces, efectivamente una simple mirada desde ese lugar provocaba cada una de tales sensaciones. Sin embargo, cuando el grupo Pasmar que en esas latitudes y por estos días lidera Jack Mosa irrumpiera con su proyecto inicial de mall (el año 2008, con 24.000 m2 edificados), estas virtudes se empezaron a diluir irreversiblemente, sin vuelta atrás. Hoy día, cuando esa mole urbana central se está construyendo en 7 pisos de altura en vez de los 4 iniciales, añadiendo 9.000 m2 a la superficie edificada inicial (lo cual significa un 37.5% de aumento); el hecho singular que destacar es que esas bondades del paisaje escénico han cambiado lastimosamente. El de antes, el paisaje que fuera apadrinado por la UNESCO, es un paisaje perdido, independiente de que este aumento del volumen de obra y de la altura de la edificación se estén llevando a cabo sin el permiso municipal de ampliación requerido. El cual, dicho entre paréntesis, evidentemente que no solo va a depender de lo que concluya el estudio de impacto vial de la obra ampliada, sino que substancialmente, tiene que estar supeditado al resultado de una objetiva evaluación ambiental estratégica (EAE). Entre otras causas, porque se halla emplazado en el casco histórico de la ciudad, que se supone impoluto; porque crea congestión vehicular e incomodidades peatonales; porque rompe la arquitectura singular de la ciudad, y porque su cono de sombras afecta su entorno residencial inmediato, cada día de sol, cada amanecer… La sensación de tranquilidad de antes, sin la silueta del mall a la vista; al igual que aquellas emociones de identificación, de información y de bienestar que emanan de las fotografías difundidas por los medios ahora último, ya no son las mismas. Son otras muy distintas: La identidad chilota, reservadamente cosmopolita con los turistas y moderna con su asimilación a los bienes y servicios aportados por la tecnología traída desde el continente, y que se dejaba sentir en el paisaje escénico que existía cuando esta mole de Pasmar no existía, es un valor antropológico indiscutible de la Isla Grande, que ya no fluye como antes. La nueva sensación proviene de observar un notable y voluminoso atravesado del modernismo, monumental hasta en una ciudad grande, pero ubicado en una ciudad chica. Una sensación extraña, que ha empezado a informar al mundo y a la UNESCO sobre un paisaje escénico de valer, lastimosamente quebrantado por causas como el rédito de la inversión; una arquitectura sin escrúpulos sociales, o con exceso de imaginación urbanística congruente con el entorno; un increíble apego equivocado a la letra del marco legal aplicable y sus vacíos, por el lado del municipio; y una total ausencia de opinión de la Seremi Regional de Vivienda y Urbanismo, amoldada a la política de no tener una política nacional de desarrollo urbano, como hoy día es la que rige en Chile, impuesta desde el nivel central y sabiamente administrada por la División de Desarrollo Urbano del Minvu. Todo lo cual, si se quiere decir de un modo simple y directo, es un real oprobio a la fe pública conciente que la belleza y el bien del equipamiento urbano, armónico y a ras de su entorno, o monumental pero debidamente aislado mediante espacio público a escala de su altura y volumetría, son valores trascendentes del diseño urbano, igual que de las economías internas inherentes al bienestar del cualquier asentamiento humano, su idiosincrasia, y su identidad. Nada de lo cual ha sido considerado en este caso, en la cadena de decisiones de tan singular ocurrencia constructiva, que efectivamente no es la única que exhibir en Chile. Tal vez, con un detalle trascendente que se le debe reconocer: Fue sabiamente decidido que no hubiera una Ceremonia encabezada por el Primer Mandatario (a la sazón, la ex – presidenta Bachelet), para colocar su primera piedra. En el Costanera Center, años atrás, en pleno y en el muy congestionado barrio Suecia de Santiago, tal sabiduría estuvo ausente. Y es probable que lo siga estando, si es que el Presidente actual decide asistir a la puesta en operaciones del proyecto urbano chileno con mayor carga de externalidades urbanas negativas jamás antes visto, después del Transantiago; pero que según su promotor, “cumple con todas las exigencias legales”. Lo mismo que ciertamente opina el Grupo Pasmar, auspiciador del mall emplazado en el caso histórico de Castro, que quebranta el paisaje escénico de esta “gran” ciudad de Chiloé, que le resta atractivo natural al turismo austral, y que estigmatiza la imagen internacional de Chile y sus valores urbanos. Sin embargo, y como para ser consecuentes: “Más allá de la normativa, es necesario que avancemos como sociedad en que las empresas traten de integrarse a las comunidades de mejor manera. Este sistema que tenemos debe integrar a una escala humana los problemas que la gente tiene”, tal como con respecto a esta obra opinara hace unos días el Ministro de Obras Públicas (El Mercurio, 30.03.2012: C20). Nunca es tarde para hacer bien las cosas, si esto es lo que se quiere hacer: En lo inmediato, eliminar el monstruo urbano invasor de Castro, desde luego, por voluntad y a costo de sus auspiciadores, y sin necesidad de esperar la calificación ambiental de esa EAE que, de otro modo, resulta imprescindible, y que por lo opinado unánimente en los medios, el simple sentido común anticipa que no podría otorgársele. Esto, sin perjuicio de los sumarios a que haya lugar en el Municipio y en el Minvu, en ambos casos y dicho a la bruta, por “dejar hacer” sin velar por el patrimonio y desarrollo urbano del país2. Es decir, para que no haya “argucias” engalanadas con ceremoniales donde S. E. el Presidente de la República tenga que estigmatizar el desempeño del cargo y su propia imagen personal, pero desde luego, justo en caso de Castro, para que UNESCO no sea defraudada por nadie. Evidentemente, imaginar que algo tan drástico como anterior pueda emerger a hechos reales, no se aviene con la costumbre chilena de “callar en vez de opinar para no meterse en líos”, tal como el temor a las consecuencias, o la simple indefensión, muchas veces lo aconsejan. Tampoco se aviene con todos quienes imaginan que los malls y el modernismo son una misma cosa, y/o que con su solo arribo a la ciudad automáticamente habrá aprovisionamiento diversificado y a la mano, nuevas comodidades y entretenciones, buenos precios, y seguridad garantizada. Lo que se resume a que los valores de unos y otros, los que no se meten y los ven utopías, tienen un precio unitario que no se condice con el ethos psicosocial de la ciudad, ni con su patrimonio cultural, y ni con la economía local, que efectivamente posee demandas por legítimas utopías, pero con un detalle que saber lograr: Que las obras fantaseadas cumplan con ser urbanísticamente bien emplazadas, y también, con ser edificadas en armonía con la materialidad reinante y con los estilos constructivos que le dan singular identidad chilota a esta ciudad y a sus vistas. Valores que si se diera el paso atrás que procede, se debieran continuar engendrando, y que el proyectista a cargo está más que eximiamente bien calificado para poder hacerlo. Es decir, valores que ese experimentado arquitecto, especialista en obras monumentales de muy alto costo, ubicadas en la Argentina, Chile y otros países, en este caso particular, al proyectar el mall descomunal que le fuera contratado, ha ignorado por completo. Lo que se contradice absolutamente con el trato armónico con el entorno de sus oficinas del barrio Palermo, en Buenos Aires, ubicadas “en un antiguo edificio restaurado”, cuya nívea y bien conservada fachada se aprecia en línea (http://www.bmaestudio.com), y que, aquí, se nos ha explicado que funcionan en “una antigua casa estilo neoclásico, cuidadosamente restaurada” (sic)3. Los paisajes escénicos son bienes públicos puros, bienes singulares y escasos, que constituyen riqueza patrimonial de valer doquiera que se encuentren, y en la disyuntiva de optar entre un valor cultural y económico como este y el nuevo monumento advenedizo de Castro, más vale callar: Hay un empresario y un gobierno, e instituciones de respaldo que funcionan, quienes tienen la palabra… y no defraudar: Pagar el precio de un intangible que se esfuma, o devolverlo a la sociedad. Waldo López M. Sociólogo ___________________________________________________________________________________________________________ notas al pié 1 A continuación de lo así referido y que proviene de la guía que se cita enseguida, existe una tabla con nueve descriptores empíricos que “miden” esta variable escénica, todo lo cual simplemente ha sido ignorado por los decididores participantes en el caso del mall de Castro, públicos y privados. Ver: Gobierno de Chile, Universidad de Chile, GTZ; Proyecto OTAS: Planificación Ecológica del Territorio. Guía Metodológica, Andros Ltda. Santiago, Chile, julio 2002. Capítulo 3.2, pp. 27-37. 2 Los dos últimos párrafos de la columna de opinión “Mall en la Ciudad de Castro: Una herida irreparable”, publicada en El Mercurio de 04.03.2012; pág. E7; detallan varias causas a verificar por los aludidos sumarios que incoar, y si las hay, para establecer responsabilidades y sugerir las sanciones procedentes. 3 Según se informa en la crónica “El Arquitecto detrás de Mall”; publicada por La Tercera de 11.03.2012, en su suplemento El Semanal, pp. 10 – 11, “Las oficinas de BMA Estudio (en las que se desempeña el arquitecto Rodolfo Miani, proyectista del mall de Castro) funcionan en una antigua casa estilo neoclásico, cuidadosamente restaurada, en el barrio Palermo”. Se trata del mismo profesional al cual la Municipalidad de Las Condes le ha aprobado, hace poco, “la etapa inicial de un hotel y edificios de departamentos, en el Club de Golf Los Leones”, como lo da a conocer esta misma crónica; aunque sin reparar que en Chile la ley impide construir viviendas en las áreas verdes susceptibles de acoger edificación en un cierto porcentaje menor. Algo que seguramente no le ha sido informado por la filial de sus oficinas en Santiago, ubicadas “en el municipio de Vitacura de las condes” (sic), como reza en su página Web, para no decir que se trata de otra arbitrariedad que compromete al mismo arquitecto (…también ligada al valor del paisaje).



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